ÁNTICO y Salmo de Asaph.
¡Oh Dios! ¿Quién hay semejante a ti? No estés así en silencio; no te contengas, Dios mío.
Ya ves cuánto ruido meten tus enemigos, y cómo andan con la cabeza erguida los que te aborrecen.
Urdieron contra tu pueblo malvados designios, y han maquinado contra tus santos.
Venid, dijeron, y borremos esa gente de la lista de las naciones, y no quede más memoria del nombre de Israel.
Por este motivo todos unánimes se han coligado; a una se han confederado contra ti
los pabellones de los idumeos y los ismaelitas, Moab y los agarenos,
Gebal, y Amón, y Amalec, los filisteos con los tirios.
Se unió también con ellos el asirio, y lo hizo auxiliador de los hijos de Lot.
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Pero tú, Señor, haz con ellos lo que con los madianitas y con Sísara, lo mismo que con Jabín en el torrente de Cisón.
Perecieron ellos en Endor; vinieron a parar en ser estiércol para la tierra.
Trata a sus caudillos como a Oreb y Zeb, y como a Zebee y a Salmana, a todos sus príncipes,
los cuales han dicho: Apoderémonos del santuario de Dios como heredad que nos pertenece.
Agítalos, ¡oh Dios mío!, como a una rueda, o como la hojarasca al soplo del viento;
como fuego que abrasa una selva, cual llama que devora los montes,
así los perseguirás con el soplo de tu tempestad, y en medio de tu ira los aterrarás.
Cubre sus rostros de ignominia; que así, ¡oh Señor!, reconocerán tu Nombre.
Que se avergüencen, y sean conturbados para siempre; queden corridos, y perezcan.
Y conozcan que te es propio el nombre del Señor, y que sólo tú eres el Altísimo en toda la tierra.
Pater
Filius
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