ARA el fin: Salmo de David.
Líbrame, ¡oh Señor!, del hombre malvado, líbrame del hombre perverso.
Aquellos que maquinaban mil iniquidades en su interior, todo el día están armándome contiendas.
Se aguzaron sus lenguas viperinas; veneno de áspides es lo que tienen debajo de ellas.
Defiéndeme, Señor, de las manos del pecador; y líbrame de los hombres inicuos, que intentan dar conmigo en tierra.
Un lazo oculto me armaron los soberbios; extendieron sus redes para sorprenderme; me pusieron tropiezos junto al camino.
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Mas yo dije al Señor: Tú eres mi Dios, escucha, ¡oh Señor! mi humilde súplica.
¡Señor, Señor!, de cuya fortaleza depende mi salvación, tú pusiste a cubierto mi cabeza el día del combate.
No me entregues, Señor, contra mi deseo en manos del pecador. Han maquinado los impíos contra mí; no me desampares tú, no sea que triunfen.
El resultado principal de sus artificios o enredos, toda la malignidad de sus labios vendrá a descargar contra ellos mismos.
Caerán sobre ellos ascuas, rayos del cielo o carbones encendidos; tú los precipitarás en el fuego, y perecerán abrumados por los desastres.
El hombre charlatán no perdurará en la tierra; el hombre injusto no espere sino un fin desdichado.
Yo sé de cierto que el Señor tomará a su cargo la causa del desvalido y la venganza de los pobres.
Y así los justos glorificarán eternamente tu santo Nombre, y los hombres rectos gozarán de la vista de tu divina presencia.
Pater
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