PARA el fin, á Idithun: cántico de David. 2 Dije yo en mi corazón: Velaré mi conducta para no pecar con mi lengua. Ponía un candado en mi boca, cuando el pecador se presentaba contra mí. 3 Enmudecí y me humillé, y me abstuve de responder aun cosas buenas; con lo cual se aumentó mi dolor. 4 Sentí que se inflamaba mi corazón; y en mi meditación se encendían llamas de fuego. 5 Solté mi lengua, diciendo: ¡Ah Señor!, hazme conocer mi fin, y cuál es el número de mis días, para que yo sepa lo que me resta de vida.

6 Cierto que has señalado a mis días término corto; y que toda mi subsistencia es como nada ante tus ojos. Verdaderamente que es la suma vanidad todo hombre viviente. 7 En verdad que como una sombra pasa el hombre; y por eso se afana y agita en vano. Atesora, y no sabe para quién allega todo aquello. 8 Ahora bien, ¿cuál es mi esperanza? ¿Por ventura no eres tú, oh Señor, en quien está todo mi bien? 9 Líbrame de todas las iniquidades; tú me hiciste objeto de los ultrajes del insensato. 10 Enmudecí, y no abrí mi boca, porque todo lo hacías tú. 11 Señor, levanta de mí tu azote. 12 A los recios golpes de tu mano, yo desfallecí cuando me corregías; por el pecado castigaste tú al hombre; e hiciste que su vida se consumiese como araña. Ciertamente que en vano se conturba y agita el hombre. 13 Oye, Señor, mi oración, y mi súplica; atiende a mis lágrimas; no guardes silencio; puesto que yo soy delante de ti un advenedizo y peregrino como todos mis padres. 14 Afloja un poco conmigo, y déjame respirar, antes que yo parta y deje de existir.
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