ALELUYA. Cuando Israel salió de Egipto, al partir la casa de Jacob de en medio de aquel pueblo extranjero.

2 Consagró Dios a su servicio al pueblo de Judá, y estableció su imperio en Israel. 3 El mar lo vio, y echó a huir; el Jordán volvió hacia atrás.

4 Los montes brincaron de gozo como carneros, y los collados como corderitos. 5 ¿Qué tienes tú, ¡oh mar!, que así has huido?; y tú, ¡oh Jordán!, ¿por qué has vuelto atrás? 6 Vosotros, ¡oh montes!, ¿por qué brincasteis de gozo como carneros?; y ¿vosotros, ¡oh collados!, como corderitos? 7 Por la presencia del Señor se estremeció la tierra, por la presencia del Dios de Jacob , 8 que convirtió la peña en estanque de aguas, y en fuentes de aguas la árida roca.

9 No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu Nombre da toda la gloria, 10 para hacer brillar tu misericordia y tu verdad; a fin de que jamás digan los gentiles: ¿Dónde está su Dios? 11 Nuestro Dios está en los cielos, él ha hecho todo cuanto quiso.

12 Los ídolos de las naciones no son más que plata y oro, obra de las manos de los hombres.

13 Boca tienen, mas no hablarán; tienen ojos pero jamás verán.

14 Orejas tienen, y nada oirán; narices, y no olerán. 15 Tienen manos, y no palparán; pies, mas no andarán; ni articularán una voz con su garganta. 16 Semejantes sean a estos ídolos los que los hacen, y cuantos ponen en ellos su confianza. 17 La casa de Israel colocó en el Señor su esperanza; el Señor es su amparo y su protección.

18 La casa de Aarón esperó en el Señor; el Señor es su amparo y su protección. 19 En el Señor han esperado los que le temen y adoran; el Señor es su amparo y su protección. 20 Se acordó de nosotros el Señor, y nos bendijo. Bendijo a la casa de Israel, bendijo a la casa de Aarón. 21 Bendijo a todos los que temen al Señor, así a los pequeños como a los grandes. 22 Aumente el Señor sobre vosotros sus bendiciones, sobre vosotros y sobre vuestros hijos. 23 Benditos seais vosotros del Señor, el cual hizo el cielo y la tierra. 24 El cielo empíreo es para el Señor; mas la tierra la dio a sus hijos de los hombres. 25 ¡Oh Señor!, no te alabarán los muertos, ni cuantos descienden al sepulcro. 26 Nosotros sí, los que vivimos, bendecimos al Señor desde ahora, y por todos los siglos.
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