ARA el fin: Salmo del mismo David.
Bienaventurado aquel que piensa en el necesitado y en el pobre; el Señor le librará en el día aciago.
Guárdelo el Señor, y confórtelo y hágalo feliz en la tierra, y no lo entregue a discreción de sus enemigos.
Consuélelo el Señor cuando se halle postrado en el lecho de su dolor; tú mismo, Señor, lo sostenías en su cama en su enfermedad.
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En cuanto a mí dije: Señor, ten lástima de mí; sana mi alma, porque pequé contra ti.
Prorrumpían mis enemigos en imprecaciones contra mí: ¿Cuándo morirá éste, decían, y se acabará su memoria?
Que si alguno entraba a visitarme, hablaba con mentira, tramando en su corazón iniquidades. Salíase afuera y se confabulaba
con los otros. Susurraban contra mí todos mis enemigos; todos conspiraban para acarrearme males.
Sentencia inicua pronunciaron contra mí. Mas, ¿por ventura el que duerme no volverá a levantarse?
Lo que más es, un hombre con quien vivía yo en dulce paz, de quien yo me fiaba, y que comía de mi pan, ha urdido una gran traición contra mí.
Pero tú, Señor, ten piedad de mí y levántame, que yo les daré a ellos su merecido.
En esto habré conocido que tú me amas; pues no tendrá mi enemigo que holgarse a costa mía.
Porque tú me has tomado bajo tu protección a causa de mi inocencia, y me has puesto en lugar seguro ante tu acatamiento por toda la eternidad.
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Bendito sea el Señor Dios de Israel por los siglos de los siglos. ¡Amén! ¡Amén!
Pater
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