ALMO de David, cuando temeroso iba huyendo de su hijo Absalón.
¡Ah, Señor! ¿Cómo es que se han aumentado tanto mis perseguidores? Son muchísimos los que se han rebelado contra mí.
Muchos dicen de mí: Ya no tiene que esperar de su Dios salvación o amparo.
Pero tú, ¡oh Señor!, tú eres mi protector, mi gloria, y el que me haces levantar cabeza.
A voces clamé al Señor, y él me oyó benigno desde su santo monte.
Yo me dormí, y me entregué a un profundo sueño; y me levanté, porque el Señor me tomó bajo su amparo.
No temeré, pues, a ese innumerable gentío que me tiene cercado; levántate, ¡oh Señor!, sálvame tú, Dios mío.
Pues tú has castigado a todos los que sin razón me hacen guerra; les has quebrado los dientes a los pecadores.
Del Señor nos viene la salvación; y tú, oh Dios mío, bendecirás a tu pueblo.
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