LELUYA. Amé al Señor, seguro de que oirá la voz de mi oración.
Porque se dignó inclinar hacia mí sus oídos, y así lo invocaré en todos los días de mi vida.
Me cercaron mortales angustias, me embistieron los horrores del infierno, o sepulcro. Me hallé en medio de la tribulación y el dolor;
e invoqué el Nombre del Señor. Libra, ¡oh Señor!, el alma mía.
Misericordioso es el Señor y justo; compasivo es nuestro Señor.
El Señor guarda a los pequeñuelos; yo me humillé, y él me sacó a paz y salvo.
Vuelve, ¡oh alma mía!, a tu sosiego; ya que el Señor te ha favorecido tanto.
Pues él ha librado de la muerte a mi alma, ha enjugado mis lágrimas, y apartado mis pies del precipicio.
Acepto seré yo al Señor en la región de los vivos.
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