DEL mismo David, salmo de inteligencia. Felices aquellos a quienes se han perdonado sus iniquidades, y se han borrado sus pecados.

2 Dichoso el hombre a quien el Señor no arguye de pecado; y cuya alma se halla exenta de dolo. 3 Por haber yo callado, se consumieron mis huesos, dando alaridos todo el día. 4 Porque de día y de noche me hiciste sentir tu pesada mano. Revolcábame en mi miseria, mientras tenía clavada la espina. 5 Te manifesté mi delito, y dejé de ocultar mi injusticia. Confesaré, dije yo, contra mí mismo al Señor la injusticia mía, y tú perdonaste la malicia de mi pecado.

6 En vista de esto, orará a ti todo hombre santo en el tiempo oportuno. Y ciertamente que en la inundación de copiosas aguas no llegarán éstas a él. 7 Tú eres mi asilo en la tribulación que me tiene cercado: Tú, oh alegría mía, líbrame de los que me tienen rodeado.

8 Yo te daré, dijiste, inteligencia, y te enseñaré el camino que debes seguir; tendré fijos sobre ti mis ojos. 9 Guardaos de ser semejantes al caballo y al mulo, los cuales no tienen entendimiento. Sujeta, ¡oh Señor!, con cabestro y freno las quijadas de los que se retiran de ti. 10 Muchos dolores le esperan al pecador; mas al que tiene puesta en el Señor su esperanza, la misericordia le servirá de muralla. 11 Alegraos, ¡oh justos!, y regocijaos en el Señor, y gloriaos en él vosotros todos los de recto corazón.
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