Ecle 10:16
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Desdichado de ti, oh país, cuyo rey es un niño que no sabe gobernar, y cuyos príncipes comen de mañana.
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Ecle 11:9
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Gózate, pues, ¡oh joven disoluto!, en tu mocedad; disfrute de los bienes tu alma en los floridos días de tu juventud; sigue las inclinaciones de tu corazón y lo que agrada a tus ojos; pero sábete que de todas esas cosas te pedirá Dios cuenta en el día en que te juzgue.
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Cant 1:1
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Reciba yo un ósculo santo de su boca. Porque tus amores son, ¡oh dulce esposo mío! mejores que el más sabroso vino,
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Cant 1:7
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Si lo ignoras, ¡oh hermosísima entre las mujeres!, sal fuera, y ve siguiendo las huellas de los ganados, y guía tus cabritillos a pacer junto a las cabañas de los pastores de mis ovejas.
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Cant 2:15
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Vosotros, ¡oh amigos!, cazadnos esas zorrillas, que están asolando las viñas; porque nuestra viña está ya en cierne.
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Cant 3:11
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Salid, pues, fuera, ¡oh hijas de Sión!, y veréis al rey Salomón con la diadema con que lo coronó su madre en el día de sus desposorios, día en que quedó colmado de júbilo su corazón.
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Cant 4:7
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Toda tú eres hermosa, ¡oh amiga mía!, no hay defecto alguno en ti.
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Cant 4:9
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Tú heriste mi corazón, ¡oh hermana mía esposa!;
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Cant 4:11
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Son tus labios, ¡oh esposa mía!, un panal que destila miel; miel y leche tienes debajo de la lengua; y es el olor de tus vestidos como olor de suavísimo incienso.
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Cant 4:16
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Retírate, ¡oh Aquilón!, y ven tú, ¡oh viento Austro!, a soplar en todo mi huerto y que se esparzan sus aromas por todo el mundo.
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Cant 4:16
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Retírate, ¡oh Aquilón!, y ven tú, ¡oh viento Austro!, a soplar en todo mi huerto y que se esparzan sus aromas por todo el mundo.
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Cant 5:1
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Venga, pues, mi amado a su huerto, y coma del fruto de sus manzanos. Ya he venido a mi huerto, hermana mía esposa; cogido he ya comido mi panal con la miel mía; bebido he mi vino con mi leche. He dicho: comed vosotros, oh amigos, y bebed, carísimos, hasta saciaros.
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Cant 5:8
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Os conjuro, oh hijas de Jerusalén , que si hallareis a mi amado, le contéis cómo desfallezco de amor.
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Cant 5:9
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¿Qué tiene tu amado sobre los demás amados, oh hermosísima entre todas las mujeres?; ¿qué hay en tu querido sobre los demás queridos para que así nos conjures que lo busquemos?
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Cant 6:1
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¿Hacia dónde partió tu amado, oh hermosísima entre todas las mujeres?; ¿por dónde se fue, que iremos contigo a buscarlo?
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Cant 6:13
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Vuélvete, vuélvete, oh Sulamita; vuélvete a nosotras, vuélvete para que te veamos bien.
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Cant 7:6
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¡Cuán bella y agraciada eres, oh amabilísima y deliciosísima Princesa!
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Cant 7:13
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Las mandrágoras están despidiendo su fragancia. Allí tenemos a nuestras puertas toda suerte de frutas exquisitas. Las nuevas y las añejas todas las he guardado para ti, ¡oh amado mío!
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Cant 8:4
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Os conjuro, ¡oh hijas de Jerusalén , que no despertéis ni quitéis el sueño a mi amada hasta que ella misma quiera!
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Cant 8:5
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¿Quién es ésta que sube del desierto rebosando en delicias, apoyada en su amado? Yo te levanté debajo de un manzano en que yacías, ¡oh Esposa mía!, donde fue desflorada tu madre, donde fue violada aquella que te vio nacer.
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Cant 8:8
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Un cuidado me queda, ¡oh amado mío! Nuestra hermana es pequeña, no tiene pechos todavía. ¿Qué haremos, pues, con nuestra hermana el día en que se le haya de hablar de desposarla?
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Cant 8:12
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La viña mía delante de mí está. Las mil monedas son para ti, ¡oh pacífico!, y doscientas para los que cuidan de los frutos de ella.
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Sab 6:2
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Escuchad, pues, oh reyes, y estad atentos; aprended vosotros, oh jueces todos de la tierra:
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Sab 6:2
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Escuchad, pues, oh reyes, y estad atentos; aprended vosotros, oh jueces todos de la tierra:
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Sab 6:10
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Por tanto a vosotros, oh reyes, se dirigen estas mis palabras; a fin de que aprendáis la sabiduría y no vengáis a resbalar.
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Sab 6:22
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Ahora bien, ¡oh reyes de los pueblos!, si os complacéis en los tronos y cetros, amad la sabiduría a fin de reinar perpetuamente.
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Sab 9:7
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Tú, ¡oh Señor!, me escogiste por rey de tu pueblo, y por juez de tus hijos e hijas;
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Sab 9:19
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Visto que por la sabiduría fueron salvados, ¡oh Señor!, cuantos desde el principio del mundo te fueron gratos.
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Sab 10:20
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y celebraron con cánticos, ¡oh Señor!, tu Nombre santo, alabando todos a una tu diestra vencedora.
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Sab 11:27
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Pero tú eres indulgente para con todos; porque tuyas son todas las cosas, ¡oh Señor! amador de las almas."
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Sab 12:1
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¡Oh cuán benigno y suave es, oh Señor, tu espíritu en todas las cosas!
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Sab 12:2
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De aquí es que a los que andan perdidos, tú los castigas poco a poco; y los amonestas y les hablas de las faltas que cometen, para que dejada la malicia crean en ti, ¡oh Señor!
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Sab 12:15
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Siendo como eres justo, dispones, ¡oh Señor!, todas las cosas justamente; y crees ajeno de tu poder condenar a aquel que no merece ser castigado.
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Sab 14:3
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Mas tu providencia, ¡oh Padre!, lleva el timón; por cuanto aun en medio del mar abriste camino a tu pueblo que huía de Egipto, y le diste paso segurísimo por entre las olas;
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Sab 15:1
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Tú, oh Dios nuestro, tú eres benigno y veraz, y justo, y todo lo gobiernas con misericordia.
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Sab 16:7
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Y esta insignia quien miraba, quedaba sano; no por virtud del objeto que veía sino por ti, ¡oh Salvador de todos los hombres!
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Sab 16:12
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Porque no fue hierba, ni ningún emplasto suave lo que los sanó, sino que fue tu palabra, ¡oh Señor!, la cual sana todas las cosas.
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Sab 16:13
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Pues tú eres, ¡oh Señor!, el dueño de la vida y de la muerte, y tú nos conduces hasta las puertas de la muerte, y nos haces volver atrás desde ellas.
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Sab 16:26
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a fin de que tus hijos, ¡oh Señor!, de ti tan amados, reconociesen que no tanto son los frutos naturales los que alimentan a los hombres; sino que tu palabra es la que sustenta a los que creen en ti."
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Sab 17:1
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Grandes son, ¡oh Señor!, tus juicios, e inefables tus obras. Por eso las almas privadas de la ciencia o luz celestial, cayeron en el error.
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Sab 18:15
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tu omnipotente palabra, ¡oh Señor!, desde el cielo, desde tu real solio, cual terrible campeón, saltó de repente en medio de la tierra condenada al exterminio;
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Sab 19:9
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Por lo que, a manera de caballos, bien pacidos, y como corderillos, daban brincos de alegría, engrandeciéndote a ti, ¡oh Señor!, que los libraste.
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Sab 19:20
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Al contrario, las llamas no dañaban los cuerpos de los animales, de suyo combustibles, que andaban dentro de ellas, ni derretían el maná, aquel delicioso manjar, que se deshacía tan fácilmente como la escarcha. Así que, ¡oh Señor!, en todo y por todo engrandeciste a tu pueblo, y lo honraste, y no te desdeñaste de asistirle en todo tiempo y en todo lugar.
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Ecli 23:7
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Vosotros, ¡oh hijos míos!, escuchad los documentos para gobernar la lengua; y quien los observare no se perderá por causa de sus labios, ni resbalará en obras perversas.
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Ecli 32:10
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Tú, ¡oh joven!, habla, si es necesario, a duras penas, en lo que a ti te toque.
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Ecli 33:19
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Escuchadme, ¡oh magnates y pueblos todos!, y vosotros que presidís las asambleas, prestadme atentos vuestros oídos.
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Ecli 36:5
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a fin de que conozcan, como nosotros hemos conocido, ¡oh Señor!, que no hay otro Dios fuera de ti.
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Ecli 36:13
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Reúne todas las tribus de Jacob ; para que conozcan que no hay más Dios que tú, ¡oh Señor!, y publiquen tu grandeza y sean pose-sión o herencia tuya, como lo fueron desde el principio .
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Ecli 48:4
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Así se hizo célebre por sus milagros. ¿Y quién, ¡oh Elías!, ha alcanzado tanta gloria como tú?
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Ecli 51:1
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Oración de Jesús , hijo de Sirac. Te glorificaré, ¡oh Señor y rey!; a ti alabaré, ¡oh Dios salvador mío!
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