ARA el fin: por los ocultos arcanos del hijo. Salmo de David.
A ti, ¡oh Señor!, tributaré gracias con todo mi corazón; contaré todas tus maravillas.
Me alegraré en ti y saltaré de gozo; cantaré himnos a tu Nombre, ¡oh Dios altísimo!
Porque tú pusiste en fuga a mis enemigos; y quedarán debilitados, y perecerán delante de ti.
Pues tú me has hecho justicia, y has tomado la defensa de mi causa; te has sentado sobre el trono, tú que juzgas según justicia.
Has reprendido a las naciones, y pereció el impío; has borrado sus nombres para siempre por los siglos de los siglos.
Quedan embotadas para siempre las espadas del enemigo, y has asolado sus ciudades. Se desvaneció como el sonido su memoria.
Mas el Señor subsiste eternamente. El preparó su trono para ejercer el juicio;
y él mismo es quien juzgará con rectitud la tierra; juzgará los pueblos con justicia.
El Señor se ha hecho el amparo del pobre; socorriéndole oportunamente en la tribulación.
Confíen, pues, en ti, ¡oh Dios mío!, los que conocen y adoran tu Nombre; porque jamás has desamparado, Señor, a los que a ti recurren.
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Cantad himnos al Señor que tiene su morada en el monte santo de Sión; anunciad entre las naciones sus proezas.
Porque vengando la sangre de sus siervos, ha hecho ver que se acuerda de ellos; no ha echado en olvido el clamor de los pobres.
Apiádate, Señor, de mí; mira el abatimiento a que me han reducido mis enemigos.
Tú que me sacas de las puertas de la muerte, para que publique todas tus alabanzas en las puertas de la hija de Sión.
Manifestaré mi júbilo por haberme tú salvado; las gentes que me perseguían han quedado sumidas en la perdición que habían preparado contra mí. En el lazo mismo, que me tenían ocultamente armado, ha quedado preso su pie.
Así se reconocerá que el Señor hace justicia; al ver que el pecador ha quedado preso en las obras o lazos de sus propias manos.
Serán arrojados al infierno los pecadores, y todas esas gentes que viven olvidadas de Dios.
Que no estará para siempre olvidado el pobre; ni quedará para siempre frustrada la paciencia de los infelices.
Levántate, ¡oh Señor!, haz que no prevalezca el hombre malvado; sean juzgadas las gentes ante tu presencia.
Establece, Señor, sobre ellas un legislador; para que conozcan que son hombres débiles y miserables.
¿Y por qué, ¡oh Señor!, te has retirado a lo lejos, y me has desamparado en el tiempo más crítico, en la tribulación?
Mientras que el impío se llena de soberbia, se requema el pobre; mas en fin, los impíos son cogidos en los mismos designios o tramas que han urdido.
Por cuanto el pecador se jacta en los perversos deseos de su alma; y el inicuo se ve celebrado.
Por lo mismo, orgulloso el pecador ha exasperado al Señor, y no le buscará según el exceso de su arrogancia.
Delante de él no hay Dios; y así sus procederes son siempre viciosos. Tus juicios, Señor, los ha apartado lejos de su vista, sólo piensa en dominar a todos sus enemigos.
Pues él ha dicho en su corazón: Nunca jamás seré yo derrocado; viviré siempre libre de todo infortunio.
Está su boca llena de maldición y de amargura, y de dolor; debajo de su lengua opresión y dolor para el prójimo.
Se pone al acecho con los ricos en sitios escondidos, para matar al inocente;
tiene siempre su vista fija contra el pobre; está acechando desde la emboscada, como un león desde su cueva. Acecha para echar sus garras sobre el pobre, para agarrar al pobre, atrayéndole dolosamente hacia sí.
Lo hará caer en su lazo; se agachará en tierra, y se echará encima de los pobres, luego que los haya apresado.
Porque él dijo en su corazón: Dios ya de nada se acuerda; ha vuelto su rostro para no ver jamás nada.
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Levántate, pues, ¡oh Señor Dios!, alza tu poderosa mano; no te olvides de los pobres o desvalidos.
¿Por qué razón el impío ha irritado así a Dios? Es porque ha dicho en su corazón: Dios de nada se cuida.
Pero tú, Señor, lo estás viendo; tú consideras el afán y el dolor del oprimido; para entregar a los malvados al castigo de tus manos. A cargo tuyo está la tutela del pobre; tú eres el amparo del huérfano.
Quebranta el brazo del pecador y del maligno; y entonces se buscará el fruto de su pecado, y no se hallará nada.
Reinará el Señor eternamente y por los siglos de los siglos; vosotros, ¡oh naciones impías!, seréis extirpadas de su tierra.
Atendiste, ¡oh Señor!, al deseo de los pobres; prestaste benignos oídos a la rectitud de su corazón,
para hacer justicia al huérfano y al oprimido; a fin de que cese ya el hombre de gloriarse de su poder sobre la tierra.
Père
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