ALMO de David, cantado en la dedicacion de la Casa de David.
Te glorificaré, ¡oh Señor!, por haberte declarado protector mío, no dejando que mis enemigos se gozaran a costa de mí.
¡Oh Señor Dios mío!, yo clamé a ti, y me diste la salud.
Tú sacaste, Señor, mi alma del infierno o sepulcro. Tú me salvaste, para que no cayera con los que descienden al profundo.
¡Oh vosotros santos del Señor!, cantadle himnos, y celebrad su memoria sacrosanta.
Porque de su indignación procede el castigo; y de su buena voluntad pende la vida. Hasta la tarde durará el llanto, y al salir la aurora será la alegría.
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En medio de mi prosperidad había yo dicho. No experimentaré nunca jamás mudanza alguna.
¡Oh Señor!, tu buena voluntad es la que ha dado consistencia a mi floreciente estado. Apartaste de mí tu rostro, y al instante fui trastornado.
A ti, ¡oh Señor!, clamaré, y a ti, Dios mío, dirigiré mis plegarias.
¿Qué utilidad te acarreará mi muerte, y al descender yo a la corrupción del sepulcro? ¿Acaso el polvo cantará tus alabanzas, o anunciará tus verdades?
Me oyó el Señor, y se apiadó de mí. Se declaró el Señor protector mío.
Trocaste, ¡oh Dios!, mi llanto en regocijo, rasgaste mi cilicio, y me revestiste de gozo,
a fin de que sea mi gloria el cantar tus alabanzas, y nunca tenga yo penas. ¡Oh Señor Dios mío!, yo te alabaré eternamente.
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