ARA el fin, á Idithun: cántico de David.
Dije yo en mi corazón: Velaré mi conducta para no pecar con mi lengua. Ponía un candado en mi boca, cuando el pecador se presentaba contra mí.
Enmudecí y me humillé, y me abstuve de responder aun cosas buenas; con lo cual se aumentó mi dolor.
Sentí que se inflamaba mi corazón; y en mi meditación se encendían llamas de fuego.
Solté mi lengua, diciendo: ¡Ah Señor!, hazme conocer mi fin, y cuál es el número de mis días, para que yo sepa lo que me resta de vida.
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Cierto que has señalado a mis días término corto; y que toda mi subsistencia es como nada ante tus ojos. Verdaderamente que es la suma vanidad todo hombre viviente.
En verdad que como una sombra pasa el hombre; y por eso se afana y agita en vano. Atesora, y no sabe para quién allega todo aquello.
Ahora bien, ¿cuál es mi esperanza? ¿Por ventura no eres tú, oh Señor, en quien está todo mi bien?
Líbrame de todas las iniquidades; tú me hiciste objeto de los ultrajes del insensato.
Enmudecí, y no abrí mi boca, porque todo lo hacías tú.
Señor, levanta de mí tu azote.
A los recios golpes de tu mano, yo desfallecí cuando me corregías; por el pecado castigaste tú al hombre; e hiciste que su vida se consumiese como araña. Ciertamente que en vano se conturba y agita el hombre.
Oye, Señor, mi oración, y mi súplica; atiende a mis lágrimas; no guardes silencio; puesto que yo soy delante de ti un advenedizo y peregrino como todos mis padres.
Afloja un poco conmigo, y déjame respirar, antes que yo parta y deje de existir.
Père
Fils
Saint-Esprit
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Satan
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Atlas