ESTO dice el Señor: Anda, ve a la casa del rey de Judá, y le hablarás allí en estos términos, 2 y dirás: Escucha, ¡oh rey de Judá!, la palabra del Señor, tú que te sientas sobre el trono de David, tú y los de tu servidumbre, y tu pueblo que entráis por estas puertas. 3 Esto dice el Señor: Juzgad con rectitud y justicia, y librad de las manos del calumniador a los oprimidos por la violencia, y no aflijáis ni oprimáis inicuamente al forastero, ni al huérfano, ni a la viuda, y no derraméis sangre inocente en este lugar.

4 Porque si realmente os portareis así como os digo, seguirán ocupando el solio de David los reyes sus descendientes, y montados en carrozas y caballos entrarán y saldrán por las puertas de esta casa con sus servidores o cortesanos y su pueblo. 5 Pero si vosotros desobedeciereis estas palabras, juro por mí mismo, dice el Señor, que esta casa o palacio quedará reducido a una soledad. 6 Porque he aquí lo que dice el Señor contra la casa del rey de Judá: ¡Oh casa ilustre y rica como Galaad!, tú que eres para mí como la cumbre del Líbano, te juro que te reduciré a una soledad, como las ciudades inhabitables de Pentápolis, 7 y destinaré contra ti al matador de hombres, y a sus armas o tropas: y cortarán tus cedros escogidos, y los arrojarán al fuego.

8 Y atravesará mucha gente por esta ciudad, y dirá cada uno a su compañero: ¿Por qué motivo trató así el Señor a esta gran ciudad?

9 Y se le responderá: Porque abandonaron la alianza del Señor Dios suyo, y adoraron y sirvieron a los dioses ajenos.

10 ¡Ah!, no lloréis al difunto rey Josías, ni hagáis por él duelo; llorad sí por el que se va, por Joacaz; que no volverá ya del cautiverio, ni verá más la tierra de su nacimiento . 11 Por lo cual esto dice el Señor acerca de Sellum (o Joacaz), hijo de Josías, rey de Judá, que sucedió en el reino a su padre Josías, y salió de este lugar: No ha de volver más acá, 12 sino que morirá en el lugar a donde le trasladé, ni verá ya más esta tierra.

13 ¡Ay de aquel que fabrica su casa sobre la injusticia, y sus salones sobre la iniquidad, forzando a su prójimo a que trabaje de balde, y no le paga su jornal! 14 Aquel que va diciendo: Yo me edificaré un suntuoso palacio y espaciosos salones; que ensancha sus ventanas y hace artesonados de cedro, pintándolos de rojo. 15 ¿Piensas tú, oh rey Joakim, que reinarás mucho tiempo, pues te comparas con el cedro? ¿Por ventura tu padre, el piadoso Josías, no comió y bebió, y fue feliz gobernando con rectitud y justicia? 16 Defendía la causa del pobre y del desvalido, y así trabajaba para su propio bien, ¿y la razón de esto no fue porque siempre me reconoció a mí, dice el Señor? 17 Pero tus ojos y tu corazón no buscan sino la avaricia y derramar sangre inocente, y calumniar y correr tras la maldad. 18 Por tanto esto dice el Señor de Joakim, hijo de Josías y rey de Judá: No lo llorarán los de su casa con aquellos lamentos: ¡Ay hermano mío!, ¡ay hermana mía!, ni los extraños gritarán: ¡Ah Señor!, ¡ah excelso rey! 19 Sepultado será como lo es el asno, esto es, será arrojado fuera de las puertas de Jerusalén para que allí se pudra.

20 Ya puedes subir tú, obstinado pueblo, sube al Líbano, y da gritos, y desde el monte Basán levanta tu voz, y clama por socorro a los que pasen; porque todos tus amigos han sido anonadados. 21 Yo te prediqué en medio de tu prosperidad, y tú dijiste: No quiero escuchar; ésta es tu conducta desde tu mocedad, hacerte sordo a mis palabras. 22 Del viento se alimentarán todos tus pastores, y cautivos serán llevados todos tus amigos o favorecedores. Confuso quedarás entonces, ¡oh pueblo orgulloso!, y tú mismo te avergonzarás de todos tus vicios. 23 ¡Oh tú que pones tu asiento sobre el Líbano, y anidas en sus altos cedros: ¡cuáles serán tus ayes cuando te acometan dolores semejantes a los de mujer que está de parto!

24 Juro yo, dice el Señor, que aunque Jeconías, hijo de Joakim, rey de Judá, fuese tan interesante para mí como el sello o anillo de mi mano derecha, me lo arrancaría del dedo. 25 Yo te entregaré, ¡oh príncipe impío!, en poder de los que buscan cómo matarte, y de aquellos cuyo rostro te hace temblar, en poder de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y en poder de los caldeos. 26 Y a ti y a tu madre que te parió os enviaré a un país extraño, en que no nacisteis, y allí moriréis. 27 Y a la Judea, esta tierra a la cual su alma anhela volver, no volverán jamás. 28 ¡Oh Señor!, ¿es quizá ese hombre Jeconías alguna vasija de barro quebrada? ¿Es algún mueble inútil que nadie lo quiere? ¿Por qué motivo han sido abatidos él y su linaje, y arrojados a un país desconocido de ellos? 29 ¡Tierra, tierra!; oye, ¡oh tierra!, la palabra del Señor, y escarmienta. 30 He aquí lo que me dice el Señor: Escribe que ese hombre será estéril en sus cosas; que nada le saldrá bien de lo que emprenda durante su vida; pues que no quedará de su linaje varón alguno que se siente sobre el trono de David, y que tenga jamás en adelante poder alguno en Judá.
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