E aquí lo que respondió el Señor a Jeremías, cuando el rey Sedecías le envió a decir por Fasur, hijo de Melquías, y por el sacerdote Sofonías, hijo de Maasías, lo siguiente:
Consulta por nosotros al Señor; pues Nabucodonosor, rey de Babilonia, nos ataca con su ejército, y sepas si el Señor por ventura está en obrar a favor nuestro alguno de sus muchos prodigios, que obligue a aquél a retirarse de nosotros.
Y Jeremías les respondió: Así diréis a Sedecías:
Esto dice el Señor, el Dios de Israel: Sabed que yo haré volver en daño vuestro las armas que tenéis en vuestras manos, y con que peleáis contra el rey de Babilonia y los caldeos que os tienen sitiados rodeando vuestros muros, y las amontonaré todas en medio de la ciudad.
Y yo mismo pelearé contra vosotros, y os derrotaré extendiendo mi mano y el fuerte brazo mío con furor e indignación y enojo grande.
Porque descargaré el azote sobre los vecinos de esta ciudad; hombres y bestias morirán de horrible pestilencia.
Y tras esto, dice el Señor, yo entregaré a Sedecías, rey de Judá, y a sus servidores, y a su pueblo, y a los que hayan quedado en la ciudad salvos de la peste, y de la espada, y del hambre, los entregaré, digo, en poder del rey de Babilonia Nabucodonosor, y en poder de sus enemigos, y en poder de los que buscan cómo matarlos, y serán pasados a cuchillo, y no se aplacará, ni perdonará, ni tendrá compasión.
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También dirás a ese pueblo: Esto dice el Señor: He aquí que yo os pongo delante el camino de la vida y el camino de la muerte.
El que se quede en esta ciudad, perecerá al filo de la espada, o de hambre, o de peste; mas aquel que salga y se entregue a los caldeos que os tienen sitiados, salvará la vida y tendrá esto por una ganancia.
Por cuanto yo tengo fijados los ojos sobre esta ciudad, dice el Señor, no para hacerle bien, sino mal; yo la entregaré en poder del rey de Babilonia, el cual la entregará a las llamas.
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Dirás también a la casa del rey de Judá: Oíd la palabra del Señor:
¡Oh vosotros de la casa de David!, esto dice el Señor: Administrad pronto la justicia, y a los oprimidos por la prepotencia libradlos del poder del opresor; no sea que prenda en vosotros como fuego mi enojo, y encendido que sea, no haya quien pueda apagarlo, por causa de la malignidad de vuestras inclinaciones o mala conducta vuestra.
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Heme aquí, oh Jerusalén , contra ti vengo, ¡oh habitadora del valle fortalecido y campestre!, dice el Señor, contra vosotros que decís: ¿Quién será capaz de asaltarnos y de apoderarse de nuestras casas?
Yo os castigaré por el fruto que han dado vuestras perversas inclinaciones, dice el Señor, y yo pegaré fuego a sus profanos bosques, el cual devorará todos sus alrededores.
Pater
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