O seas celoso de tu querida esposa; para que no se valga contra ti de las malas ideas que tú le sugieres.
No dejes que la mujer tenga dominio sobre tu espíritu, para que no se levante contra tu autoridad y quedes avergonzado.
No pongas los ojos en mujer que quiere a muchos, no sea que caigas en sus lazos.
No frecuentes el trato con la bailarina, ni la escuches, si no quieres perecer a la fuerza de su atractivo.
No pongas tus ojos en la doncella; para que su belleza no sea ocasión de tu ruina.
De ningún modo des entrada en tu alma a las meretrices; para que no te pierdas tú y tu patrimonio.
No andes derramando tu vista por las calles de la ciudad, ni vagando de plaza en pla-za.
Aparta tus ojos de la mujer lujosamente ataviada, y no mires estudiosamente una hermosura ajena.
Por la hermosura de la mujer muchos se han perdido; y por ella se enciende cual fuego la concupiscencia.
Cualquiera mujer pública es pisoteada de todos, como el estiércol en el camino.
Muchos embelezados de la belleza de la mujer ajena se hicieron réprobos; porque su conversación quema como fuego.
Con la mujer de otro no estés jamás de asiento, ni en la mesa te arrimes a ella recostado sobre el codo,
ni la desafíes con brindis a quién de los dos bebe más vino; no sea que tu corazón se incline hacia ella, y a costa de tu vida caigas en la perdición.
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No dejes el amigo antiguo; porque no será como él el nuevo.
El amigo nuevo es un vino nuevo; se hará añejo y entonces lo beberás con gusto.
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No envidies la gloria y las riquezas del pecador; pues no sabes tú cuál ha de ser su catástrofe.
No te agraden las violencias que cometen los hombres injustos; tú sabes que jamás en toda su vida puede agradar el impío.
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Vive lejos de aquel que tiene potestad para hacerte morir, y no andarás asustado con el temor de la muerte.
Que si alguna vez te acercas a él, guárdate de hacer ninguna cosa, por la cual te quite la vida.
Sábete que conversas con la muerte; porque tú caminas en medio de lazos, y andas entre las armas de gente resentida.
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Procede con cuanta cautela puedas con las personas que trates, y conversa con los sabios y prudentes.
Sean tus convidados los varones justos, y la gloria consista en temer a Dios.
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El pensamiento de Dios esté fijo en tu alma, y sea toda tu conversación de los preceptos del Altísimo.
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Las obras de los artífices son alabadas por su industria o labor de manos; y el príncipe del pueblo por la sabiduría de sus discursos, y las palabras de los ancianos por su prudencia.
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Temible es en su ciudad el hombre charlatán, y será aborrecido el temerario por sus palabras.
Padre
Hijo
Espíritu Santo
Ángeles
Satanás
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Referencia
Ilustración
Atlas