ALABRA de Dios, revelada a Joel, hijo de Fatuel.
Escuchad, ¡oh ancianos!, y atended también vosotros moradores todos de la tierra de Judá. ¿Ha sucedido una cosa como ésta en vuestros días o en tiempo de vuestros padres?
De ella hablaréis a vuestros hijos, vuestros hijos a los hijos suyos, y los hijos de éstos a los que vayan viniend o.
Lo que dejó la oruga se lo comió la langosta, y lo que dejó la langosta se lo comió el pulgón, y lo que dejó el pulgón lo consumió la langosta.
Despertaos, ¡oh ebrios!, y llorad; alzad el grito todos los que estáis bebiendo alegremente el vino, porque se os quitará de vuestra boca.
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Pues va viniendo hacia mi tierra una gente fuerte e innumerable; como de león así son sus dientes; son sus muelas como de un joven y robusto león.
Ella ha convertido en un desierto mi viña; ha descortezado mis higueras, las ha dejado desnudas, y todas despojadas, y derribadas al suelo. Sus ramas, roídas y secas, se vuelven blancas.
Laméntate, ¡oh Jerusalén !, cual joven esposa, que vestida de cilicio llora al esposo que tomó en su edad florida.
Faltaron los sacrificios y las libaciones en la casa del Señor; los sacerdotes ministros del Señor están llorando.
El país está asolado, los campos lloran; por cuanto han sido destruidos los sembrados, quedan perdidas las viñas, y secos los olivos.
Andan cabizbajos los labradores, los viñadores prorrumpen en tristes acentos; por haber faltado la cosecha del campo, el trigo y la cebada.
Las viñas causan lástima; se secaron los higuerales, y secos han quedado el granado, la palma, y el manzano, y todos los árboles de la campiña: la alegría se ha ido lejos de los hijos de los hombres.
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Ceñíos de cilicio y llorad vosotros, ¡oh sacerdotes!; prorrumpid en tristes clamores, ¡oh ministros del altar!; venid a postraros sobre el cilicio, ¡oh ministros de mi Dios!, porque han desaparecido de la casa de vuestro Dios el sacrificio y la libación.
Predicad el santo ayuno, convocad al pueblo, congregad los ancianos y a todos los oradores del país en la casa de vuestro Dios, y levantad al Señor vuestros clamores.
¡Ay, ay!, qué día tan terrible es ese día que llega. ¡Ay!, cercano está el día del Señor, y vendrá como una espantosa borrasca enviada del Todopoderoso.
¿No habéis visto ya con vuestros ojos cómo han faltado de la casa de Dios todos los alimentos, y la alegría, y el regocijo?
Las bestias perecen de hambre en sus establos, los graneros han quedado exhaustos, vacías las despensas; porque faltaron los granos.
¿Cómo es que gimen las bestias, y mugen las vacas del hato? Porque no tienen pasto, y hasta los rebaños de las ovejas están pereciendo.
A ti, ¡oh Señor!, levantaré mis clamores, porque el fuego ha devorado todas las hermosas praderas del desierto, y las llamas han abrasado todos los árboles del país.
Y aun las mismas bestias del campo levantan los ojos hacia ti, como la tierra sedienta de agua, porque se secaron los manantiales de las aguas, y el fuego ha devorado todas las hermosas praderas del desierto.
Padre
Hijo
Espíritu Santo
Ángeles
Satanás
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Ilustración
Atlas