O divulgues la conversación que has oído, revelando el secreto, y no tendrás de qué avergonzarte; antes bien hallarás gracia delante de todos los hombres. No te avergüences de las cosas siguientes; ni por respeto a nadie, sea el que fuere, cometas pecado.
No te avergüences de la ley del Altísimo y de su testamento; ni de modo que justifiques en juicio al impío;
ni de fallar lo justo, cuando tus compañeros tienen algún negocio con caminantes o extraños; ni en la repartición de herencias entre amigos;
no te avergüences de tener balanza y pesos fieles, ni te mueva hacer mucha o poca ganancia;
ni de impedir los fraudes o monopolios de los negociantes en vender; ni de contener a los hijos con una justa severidad; ni de azotar al siervo malvado hasta que salte la sangre.
A la mujer mala es bueno tenerla encerrada.
Donde hay muchas manos o familia, echa por todo la llave, y todo cuanto entregares cuéntalo y pésalo; y apunta aquello que das y aquello que recibes.
Tampoco te avergüences de corregir a los insensatos y a los necios, ni de volver por los ancianos, que son condenados por los mozos; y así te mostrarás sabio en todo, y serás bien visto delante de todos los vivientes.
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La hija soltera tiene desvelado a su padre, pues el cuidado que le causa le quita el sueño; temiendo que se le pase la edad de casarse, y así sea odiosa o menos amada cuando en edad adulta tome marido;
y también por el temor de que mientras es doncella sea manchada su pureza, y se halle estar encinta en la casa paterna, o estando ya casada, peque, o tal vez sea estéril.
A la hija desenvuelta guárdala con estrecha custodia, no sea que algún día te haga el escarnio de tus enemigos, la fábula de la ciudad y la burla de la plebe; y te cubra de ignominia delante del concurso del pueblo.
No quieras fijar tus ojos en la hermosura de persona alguna, ni estar de asiento en medio de las mujeres.
Pues como de las ropas nace la polilla, así de los halagos de la mujer la maldad del hombre.
Porque menos te dañará la malignidad del hombre, que la mujer dolosamente benéfica, la cual acarrea la confusión e ignominia.
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Ahora traeré yo a la memoria las obras del Señor, y publicaré aquello que he visto. Por la palabra del Señor existen y fueron hechas sus obras.
Como el sol resplandeciente ilumina todas las cosas, así toda obra del Señor está llena de su magnificencia.
¿No es así que ordenó el Señor a los santos que pregonasen todas sus maravillas; las cuales el Señor Todopoderoso ha perpetuado para monumento estable de su gloria?
El penetra el abismo y los corazones de los hombres, y tiene caladas sus astucias.
Porque el Señor sabe cuanto hay que saber, y distingue las señales de los tiempos. Declara las cosas pasadas y las futuras, y descubre los rastros de las que están escondidas.
No se le escapa pensamiento alguno, ni se le oculta una sola palabra.
Hermoseó con bellísimo orden las maravillas de su sabiduría. El existe antes de los siglos y por todos los siglos, y nada se le puede añadir,
ni disminuir, ni nacesita consejo de nadie.
¡Oh cuán amables son todas sus obras!, y eso que lo que de ellas podemos comprender, viene a ser como una centella.
Todas estas cosas subsisten y duran para siempre; y todas en toda ocasión a él obedecen.
Parecidas son todas, y la una opuesta a la otra, y ninguna hizo imperfecta.
Aseguró el Señor el bien o las propiedades de cada una de ellas. Pero ¿y la gloria de él quién se saciará de contemplarla?
Padre
Hijo
Espíritu Santo
Ángeles
Satanás
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Referencia
Ilustración
Atlas