OH muerte, cuán amarga es tu memoria para un hombre que vive en paz, en medio de sus riquezas!
¡Para un hombre tranquilo, y a quien todo le sale a medida de sus deseos, y que aun puede disfrutar de los manjares!
¡Oh muerte!, tu sentencia es dulce al hombre necesitado y falto de fuerzas,
al de una edad ya decrépita, y al que está lleno de cuidados, y al que se halla sin esperanza de mejorar, y a quien falta la paciencia.
No temas la sentencia de muerte. Acuérdate de lo que fue antes de ti, y de lo que ha de venir después de ti; ésta es la sentencia dada por el Señor a todos los mortales.
¿Y qué remedio hay, o qué otra cosa te sobrevendrá, sino lo que fuere del agrado del Altísimo, ahora sean diez, o bien cien, ora mil tus años?
Que no se pide cuenta en el otro mundo de lo que uno ha vivido, sino del modo.
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Hijos abominables se hacen comúnmente los hijos de los pecadores, y asimismo aquellos que frecuentan las casas de los impíos.
Perecerá la herencia de los hijos de los pecadores, y acompañará siempre el oprobio a sus descendientes.
Se quejan de su padre los hijos del impío, viendo que por culpa de él viven deshonrados.
¡Ay de vosotros, hombres impíos, que habéis abandonado la ley del Señor y Dios Altísimo!
Cuando nacisteis, en la maldición nacisteis; y cuando muriereis, la maldición será vuestra herencia.
Todo aquello que de la tierra procede, en tierra se convertirá; así los impíos pasarán de la maldición a la perdición eterna.
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Los hombres harán duelo o llanto sobre sus cadáveres; mas el nombre de los impíos será raído y execrado.
Ten cuidado de tu buena reputación, porque ésa será tuya, más establemente que mil grandes y preciosos tesoros.
La buena vida se cuenta por días, dura poco, pero el buen nombre permanecerá para siempre.
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Hijos, conservad en la paz o prosperidad los buenos documentos que os doy. Pues la sabiduría escondida y un tesoro enterrado, ¿qué utilidad acarrean?
Más digno de estima es el hombre que oculta su ignorancia, que el hombre que oculta su sabiduría.
Tened, pues, rubor de lo que voy a deciros:
Que no de todo es bueno avergonzarse; ni todas las cosas bien hechas agradan a todos.
Avergonzaos de la deshonestidad delante del padre y de la madre; y de la mentira delante del que gobierna o del hombre poderoso;
de un delito, ante el príncipe y el juez; del crimen, delante de la asamblea, y delante del pueblo;
de la injusticia, delante del compañero y del amigo; y del hurto delante de la gente del lugar donde moréis; cosas todas contra la verdad de Dios y la ley santa.
Avergüénzate de comer con los codos encima del pan, o sobre la mesa, y de tener embrollado el libro de cargo y fecha;
de no responder a los que te saludan; de fijar tus ojos sobre la mujer fornicaria; y de torcer tu rostro para no ver al pariente.
No vuelvas al otro lado tu cara para no mirar a tu prójimo. Avergüénzate de defraudar a otro lo que es suyo, y de no restituirlo.
No pongas tus ojos en la mujer de otro, ni solicites a su criada; no te arrimes a su lecho.
Con los amigos guárdate de palabras injuriosas; y si has dado algo, no lo eches en cara.
Padre
Hijo
Espíritu Santo
Ángeles
Satanás
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Referencia
Ilustración
Atlas