ALMA de inteligencia de Asaph. ¿Y por qué, oh Dios, nos has desechado para siempre? ¿Cómo se ha encendido tu furor contra las ovejitas que apacientas?
Acuérdate de tu congregación, de este pueblo que ha sido desde el principio tu posesión. Tú recuperaste el cetro de tu herencia: el monte de Sión, lugar de tu morada.
Levanta tu mano a fin de abatir para siempre las insolencias de tus enemigos. ¡Oh, y cuántas maldades ha cometido el enemigo en el santuario!
¡Y cómo se jactaban en el lugar mismo de tu solemnidad aquellos que te aborrecen!
Han enarbolado sus estandartes en forma de trofeos (sin reflexionar en ello) sobre lo más alto a la salida.
Asimismo han derribado y hecho astillas a golpes de hacha sus puertas, como se hace con los árboles en el bosque, con hachas y azuelas las han derribado.
Pegaron fuego a tu santuario; han profanado el Tabernáculo que tú tenías sobre la tierra.
Coligadas entre sí las gentes de esa nación han dicho en su corazón, borremos de la tierra todos los días consagrados al culto de Dios.
Nosotros no vemos ninguno de aquellos prodigios antes frecuentes entre nosotros; ya no hay un profeta, y el Señor no nos reconoce ya.
¡Oh Dios! ¿y hasta cuándo nos ha de insultar el enemigo? ¿Ha de blasfemar siempre de tu Nombre nuestro adversario?
¿Por qué retraes tu mano? ¿Por qué no sacas fuera de tu seno tu diestra de una vez para siempre?
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Mas Dios, que es nuestro rey desde el principio de los siglos, ha obrado la salvación en medio de la tierra.
Tú diste con tu poder solidez a las aguas del mar Rojo: tú quebrantaste las cabezas de los dragones, en medio de las aguas.
Tú quebrantaste las cabezas del dragón; lo entregaste para que fuese presa de los pueblos de Etiopía.
Tú hiciste brotar de los peñascos fuentes y arroyos; tú sacaste ríos caudalosos.
Tuyo es el día, y tuya la noche; tú creaste la aurora y el sol.
Tú hiciste todas las regiones de la tierra; el estío y la primavera obras tuyas son.
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Acuérdate de esto, ¡oh Señor!, que el enemigo te ha zaherido, y que un pueblo insensato ha blasfemado tu Nombre.
No entregues en poder de esas fieras las almas que te confiesan y adoran, y no olvides para siempre las almas de tus pobres.
Vuelve los ojos a tu alianza, porque los hombres más oscuros de la tierra se han enriquecido inicuamente con nuestros bienes.
No tenga que retirarse cubierto de confusión el humilde; el pobre y el desvalido alabarán tu Nombre.
Levántate, ¡oh Dios!, y juzga tu causa: Ten presentes tus ultrajes, los ultrajes que te está haciendo de continuo una gente insensata.
No eches en olvido las voces e insultos de tus enemigos; porque la soberbia de aquellos que te aborrecen va siempre creciendo.
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