EL mismo David. ¡Oh alma mía!, bendice al Señor. Señor Dios mío, tú te has engrandecido mucho y en gran manera. Te has revestido de gloria y de majestad;
cubierto estás de luz, como de un ropaje. Extendiste los cielos como un pabellón o cortina,
y cubriste de aguas la parte superior de ellos. Tú haces de las nubes tu carroza; corres sobre las alas de los vientos.
Haces que tus ángeles sean veloces como los vientos, y tus ministros activos como fuego abrasador.
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Cimentaste la tierra sobre sus propias bases; no se desnivelará jamás.
Se hallaba cubierta como de una capa de inmensas aguas; sobrepujaban éstas los montes.
A tu amenaza echaron a huir, amedrentadas del estampido de tu trueno.
Se alzan como montes, y se abajan como valles, en el lugar que les estableciste.
Le fijaste un término, que no traspasarán, no volverán ellas a cubrir la tierra.
Tú haces brotar las fuentes en los valles, y que filtren las aguas por en medio de los montes.
Con eso beberán todas las bestias del campo; a ellas correrán, acosados de la sed, los asnos monteses.
Junto a ellos habitarán las aves del cielo, desde entre las peñas harán sentir sus gorjeos.
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Tú riegas los montes con las aguas que envías de lo alto; colmas la tierra de frutos que tú haces nacer.
Tú produces el heno para las bestias, y la hierba que da grano para el servicio de los hombres, a fin de hacer salir pan del seno de la tierra,
y el vino que recrea el corazón del hombre; de modo que, ungiéndose o perfumándose, presente alegre su rostro, y con el pan corrobore sus fuerzas.
Se llenarán de jugo los árboles del campo y los cedros del Líbano, que él plantó.
Allí harán las aves sus nidos; a las cuales servirán de guía la casa o nido de la cigüeña.
Los altos montes, sirven de asilo a los ciervos; los peñascos de madriguera a los erizos.
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El Señor creó la luna para regla de los tiempos. El sol observa puntualmente su ocaso.
Tú ordenaste las tinieblas, y quedó hecha la noche: en ella transitará toda fiera del bosque.
Rugen en busca de presa los cachorros de los leones, y claman a Dios por el alimento.
Mas así que el sol apunta, se retiran, todos en tropel, y van a meterse en sus guaridas.
Sale entonces el hombre a su ocupación y a su trabajo hasta la noche.
¡Oh Señor, y cuán grandiosas son todas tus obras! Todo lo has hecho sabiamente; llena está la tierra de tus riquezas.
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Tuyo es este mar tan grande y de tan anchurosos senos; en él peces sin cuento, animales pequeños y grandes.
Por él transitan las naves. Ese dragón o monstruo que formaste, para que retozara entre sus olas;
todos los animales esperan de ti que les des a su tiempo el alimento.
Tú se lo das, y acuden ellos a recogerle; abriendo tú la mano, todos se hartarán de bienes.
Mas si tú apartaras tu rostro, se turbarían; les quitas el espíritu, dejan de ser, y vuelven a parar en el polvo de que salieron.
Enviarás tu espíritu, y serán creados, y renovarás la faz de la tierra.
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Sea para siempre celebrada la gloria del Señor. Se complacerá el Señor en sus criaturas;
aquel Señor que hace estremecer la tierra con sola una mirada; y que si toca los montes, humean.
Yo cantaré toda mi vida las alabanzas del Señor; entonaré himnos a mi Dios mientras yo viviere.
Que le sean gratas mis palabras; en cuanto a mí, todas mis delicias las tengo en el Señor.
Desaparezcan de la tierra los pecadores y los inicuos; de suerte que no quede ninguno. Tú, ¡oh alma mía!, bendice al Señor.
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