ALMO de David, para Jeremias. En las márgenes de los ríos del país de Babilonia, allí nos sentábamos, y nos poníamos a llorar, acordándonos de ti, ¡oh Sión!
Allí colgamos de los sauces nuestros músicos instrumentos.
Los mismos que nos habían llevado esclavos, nos pedían que les cantásemos nuestros cánticos; los que nos habían arrebatado de nuestra patria, decían: Cantadnos algún himno de los que cantabais en Sión.
¿Cómo hemos de cantar los cánticos del Señor, les respondíamos, en tierra extraña?
¡Ah! Si me olvidare yo de ti, oh Jerusalén , entregada sea al olvido, seca quede mi mano diestra.
Pegada quede al paladar la lengua mía, si no me acordare de ti, oh Sión santa; si no me propusiere a Jerusalén por el primer objeto de mi alegría.
Acuérdate, ¡oh Señor!, de los hijos de Edom, los cuales en el día de la ruina de Jerusalén decían: Arrasadla, arrasadla hasta sus cimientos.
¡Desventurada hija, o ciudad, de Babilonia! Afortunado sea aquel que te diere el pago de lo que nos ha hecho tu padecer a nosotros.
Dichoso sea aquel que ha de coger algún día en sus manos a tus niños, y estrellarlos contra una peña.
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