ARA el fin: Salmo de instruccion, á los hijos de Coré.
Como busca el sediente ciervo por las fuentes de aguas, así, ¡oh Dios!, clama por ti el alma mía.
Sedienta está mi alma del Dios fuerte y vivo. ¡Cuándo será que yo llegue, y me presente ante Dios!
Mis lágrimas me han servido de pan día y noche, desde que me están diciendo continuamente: Y tu Dios, ¿dónde está?
Estos eran los recuerdos que venían a mi memoria; y ensanché dentro de mí mi espíritu; porque yo he de llegar, dije, al sitio del admirable tabernáculo, hasta la casa de mi Dios; entre voces de júbilo, y de acción de gracias, y de algazara de convite.
¿Por qué estás triste, oh alma mía?; y ¿por qué me tienes en esta agitación? Espera en Dios; porque aún cantaré sus alabanzas, como que es el salvador que tengo siempre delante de mí,
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y mi Dios. Conturbada está mi alma. Por lo mismo me acordaré de ti en el país que está desde el Jordán hasta Hermón y el pequeño monte.
Como el estampido con que se deshacen tus cataratas, un abismo o aguacero llama a otro abismo; así todas tus tempestades y todas tus olas han ido descargando sobre mí.
En el día dispondrá el Señor que venga su misericordia; y yo en la noche cantaré tus alabanzas. Haré para conmigo oración a Dios, autor de mi vida.
Le diré a Dios: Tú eres mi amparo; ¿por qué te has olvidado de mí?; y ¿por qué he de andar yo triste, mientras me aflige el enemigo?
Mientras se están quebrantando mis huesos, no cesan de insultarme los enemigos míos, que me atormentan; diciéndome todos los días: ¿Y tu Dios, dónde está?
Pero, ¡oh alma mía!, ¿por qué estás triste?; ¿por qué me llenas de turbación? Espera en Dios, pues aún he de cantarle alabanzas, por ser él el salvador que está siempre delante de mí, y el Dios mío.
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