ATORCE años después volví a Jerusalén con Bernabé, llevando también conmigo a Tito.
Este viaje lo hice movido de una revelación; y conferí con los fieles de allí la buena nueva, que predico entre las naciones, en particular con los más autorizados, por no seguir quizá mi carrera sin fruto, o haberla seguido en vano.
Mas ni aun Tito, que me acompañaba, con ser gentil, fue obligado a circuncidarse.
Ni aun por miramiento a aquellos falsos hermanos, que furtivamente se metieron a espiar la libertad con que procedemos en Cristo Jesús , a fin de reducirnos a la servidumbre de la ley antigua.
A los cuales ni por un momento quisimos ceder ni sujetarnos, para que la verdad de la buena nueva se mantenga firme entre vosotros.
En cuanto a los que parecían ser los más distinguidos (nada me importa lo que hayan sido en otro tiempo, en Dios no hay preferencia de personas), aquellos, digo, que parecían ser los más autorizados, nada me enseñaron de nuevo;
antes al contrario habiendo reconocido que a mí se me había confiado por Dios el evangelizar a los incircuncisos, así como a Pedro a los circuncisos
(pues quien dio eficacia a Pedro para el apostolado entre los circuncisos, me la dio también a mí para entre los gentiles);
habiendo, digo, conocido Santiago, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas de la Iglesia, la gracia que se me había dado, nos dieron las manos, en señal de convenio, a mí y a Bernabé, para que nosotros predicásemos a los gentiles, y ellos a los circuncidados.
Solamente nos recomendaron que tuviésemos presentes a los pobres de la Judea; cosa que he procurado hacer con esmero.
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Y cuando vino después Cefas, o Pedro, a Antioquía, le hice resistencia cara a cara, por ser digno de reprensión;
pues antes que llegasen ciertos sujetos de parte de Santiago, comía con los gentiles; mas llegados que fueron, empezó a recatarse y separarse, por temor de aquellos circuncisos.
Y los demás judíos se conformaron con su porte disimulado, de manera que aun Bernabé fue inducido por ellos a usar de la misma simulación.
Pero yo, visto que no andaban derechamente conforme a la verdad de la buana nueva, dije a Cefas en presencia de todos: Si tú, con ser judío, vives como los gentiles, y no como los judíos, ¿cómo con tu ejemplo fuerzas a los gentiles a judaizar?
Nosotros somos de naturaleza judíos, y no de casta de gentiles pecadores o idólatras.
Sin embargo, sabiendo que no se justifica el hombre por las obras solas de la ley, sino por la fe de Jesucristo, por eso creemos en Cristo Jesús , a fin de ser justificados por la fe de Cristo , y no por las obras de la ley, por cuanto ningún mortal será justificado por las obras de la ley.
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Y si queriendo ser justificados en Cristo , venimos a ser también nosotros pecadores por no observar la antigua ley, ¿no se dirá entonces que Cristo es ministro y causa del pecado? En ninguna manera puede jamás serlo.
Mas si yo vuelvo a edificar lo mismo que he destruido como inútil, me convenzo a mí mismo de prevaricador.
Pero la verdad es que yo estoy muerto a la ley antigua, por lo que me enseña la ley misma; a fin de vivir para Dios, estoy clavado en la cruz con Cristo ;
y yo vivo ahora, o más bien no soy yo el que vivo, sino que Cristo vive en mí. Así la vida que vivo ahora en esta carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó, y se entregó a sí mismo a la muerte por mí.
No desecho esta gracia o merced de Dios. Porque si por la ley antigua se obtiene la justicia, luego en balde Cristo murió.
Pater
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