UANDO hubieres entrado en la tierra cuya posesión te dará el Señor Dios tuyo, y la hayas obtenido, y habitares ya en ella,
separarás las primicias de todas tus cosechas, y las meterás en una banasta, e irás al lugar que el Señor Dios tuyo hubiere escogido para establecer allí su culto,
y te presentarás al sacerdote que fuere por entonces, y le dirás: Yo confieso en este día delante del Señor Dios tuyo que he entrado en la tierra que juró a nuestros padres que nos daría.
Entonces el sacerdote recibiendo la banasta de tu mano, la pondrá delante del altar del Señor Dios tuyo,
y tú dirás en presencia del Señor tu Dios: Labán el sirio procuraba destruir a mi padre Jacob ; el cual descendió después a Egipto, y estuvo allí como extranjero con poquísimas personas; mas luego creció hasta formar una nación grande y robusta, y de infinita gente.
Pero los egipcios nos oprimieron y persiguieron, imponiéndonos cargas pesadísimas;
por lo que clamamos al Señor Dios de nuestros padres; el cual nos oyó, y volvió los ojos para mirar nuestro abatimiento, y nuestros trabajos y angustias;
y nos sacó de Egipto con mano fuerte, y brazo poderoso, con gran terror, y con señales y portentos,
y nos introdujo en este país, entregándonos esta fertilísima tierra que mana leche y miel.
Y por eso ofrezco ahora las primicias de los frutos de la tierra que me dio el Señor. Dicho esto, las dejarás en la presencia del Señor Dios tuyo; y después de haber adorado a tu Señor Dios,
celebrarás un banquete comiendo de todos los bienes que te hubiere dado el Señor Dios tuyo a ti y a tu familia, tú, y el levita, y el forastero que está contigo.
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Cuando hubieres completado o acabado de dar el diezmo de todos tus frutos, darás, cada tres años, el diezmo peculiar al levita y al forastero, y al huérfano y a la viuda, para que coman y se sacien dentro de tus ciudades.
Y dirás en presencia del Señor Dios tuyo: Yo he tomado de mi casa lo que fue consagrado al Señor, y dádolo al levita y al forastero, y al huérfano y a la viuda, como me tienes mandado: no he traspasado tus mandamientos, ni olvidádome de tus preceptos.
Nada he comido de estas cosas en mis lutos, ni las separé en ocasión de alguna inmundicia, ni he empleado nada de ellas en funerales. He obedecido a la voz del Señor Dios mío, y lo he ejecutado todo como me mandaste.
Vuelve los ojos desde tu santuario, y desde la excelsa morada de los cielos, y echa la bendición sobre tu pueblo de Israel, y sobre la tierra que nos has dado, conforme juraste a nuestros padres, tierra que mana leche y miel.
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Hoy te ha mandado el Señor tu Dios que observes estos mandamientos y leyes: y que los guardes y cumplas con todo tu corazón y toda tu alma.
Tú, renovando la alianza, has elegido hoy al Señor para que sea tu Dios, y tú sigas sus caminos, y practiques sus ceremonias, y preceptos y leyes, y obedezcas a su imperio.
Y asimismo el Señor te ha escogido hoy nuevamente para que seas un pueblo peculiar suyo, como te lo tiene dicho, y guardes todos sus mandamientos;
y él, para loor y nombradía, y gloria suya, te haga la nación más ilustre de cuantas naciones ha creado, y seas el pueblo santo del Señor Dios tuyo, conforme lo tiene prometido.
Padre
Hijo
Espíritu Santo
Ángeles
Satanás
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Ilustración
Atlas