la verdad que soy también yo un hombre mortal, semejante a los demás, y del linaje de aquel que siendo el primero fue formado de la tierra; y en el vientre de la madre recibí la humana figura de carne.
En el espacio de diez meses fui formado de una sangre cuajada y de la sustancia del hombre, concurriendo lo apacible del sueño.
Y luego que nací, respiré en común aire, y casi sobre la misma tierra que todos; y mi primera voz, como la de todos los demás niños, fue de llanto.
Fui criado entre pañales y con grandes cuidados o desvelos.
Porque no ha tenido otra manera de nacer que ésta ninguno de los reyes.
Una misma, pues, es para todos la entrada a la vida, y semejante es la salida.
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Por esto deseé yo la inteligencia, y me fue concedida; e invoqué del Señor el espíritu de sabiduría, y se me dio,
y la preferí a los reinos y tronos, y en su comparación tuve por nada las riquezas,
y no parangoné con ellas las piedras preciosas; porque todo el oro, respecto de ella, no es más que una menuda arena, y a su vista la plata será tenida por lodo.
La amé más que la salud y la hermosura; y propuse tenerla por luz y norte porque su resplandor es inextinguible.
Todos los bienes me vinieron con ella, y he recibido por su medio innumerables riquezas.
Y me gozaba en todas estas cosas, porque me guiaba esta sabiduría; e ignoraba yo que ella fuese madre de todos estos bienes.
La aprendí sin ficción, y la comunico sin envidia, ni encubro su valor;
pues es un tesoro infinito para los hombres, que a cuantos se han valido de él, los ha hecho partícipes de la amistad de Dios y recomendables por los dones de la doctrina que han enseñado.
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A mí me ha concedido Dios expresar con claridad lo que siento; y tener pensamientos dignos de los dones recibidos del Señor, porque él es la guía de la sabiduría y el que corrige a los sabios;
puesto que estamos en sus manos nosotros, y nuestros discursos, y toda la sabiduría, y la ciencia del obrar, y la disciplina.
El mismo me dio la verdadera ciencia de las cosas existentes; para que yo conozca la constitución del mundo, y las virtudes de los elementos;
el principio y el fin y el medio de los tiempos, y las mudanzas de las estaciones, y las vicisitudes o variaciones de los tiempos;
el curso del año, y las situaciones de las estrellas;
las naturalezas de los animales, y la bravura de las fieras; la violencia de los vientos, y las inclinaciones de los hombres; la variedad de las plantas, y las virtudes de las raíces.
En suma, aprendí cuantas cosas hay ocultas y nunca vistas; pues la sabiduría, que es el artífice de todas, me instruyó.
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Porque en ella tiene su morada el espíritu de inteligencia, espíritu santo, único, multiforme, sutil, elocuente, ágil, inmaculado, infalible, suave, amante del bien, perspicaz, irresistible, benéfico,
amador de los hombres, benigno, estable, constante, seguro, el cual lo puede todo, todo lo prevé y que abarca en sí todos los espíritus, inteligente, puro y sutil.
Pues la sabiduría es más ágil que todas las cosas que se mueven, y alcanza a todas partes, a causa de su pureza o espiritualidad,
siendo como es una exhalación de la virtud de Dios, o como una pura emanación de la gloria de Dios, omnipotente; por lo que no tiene lugar en ella misma cosa manchada;
como que es el resplandor de la luz eterna, y un espejo sin mancilla de la majestad de Dios, y una imagen de su bondad.
Y con ser una sola lo puede todo; y siendo en sí inmutable, todo lo renueva, y se derrama por todas las naciones entre las almas santas, formando amigos de Dios y profetas.
Porque Dios solamente ama al que mora con la sabiduría.
La cual es más hermosa que el sol, y sobrepuja a todo el orden de las estrellas, y si se compara con la luz, le hace muchas ventajas,
visto que a la luz la alcanza la noche; pero la malicia jamás prevalece contra la sabiduría.
Pater
Filius
Spiritus Sanctus
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