SIMISMO piensa otro en navegar, y estando para surcar las encrespadas olas, invoca un leño más endeble que aquel en que va.
A este leño lo inventó la codicia de ganar y lo construyó el artífice con su saber.
Mas tu providencia, ¡oh Padre!, lleva el timón; por cuanto aun en medio del mar abriste camino a tu pueblo que huía de Egipto, y le diste paso segurísimo por entre las olas;
demostrando que eres poderoso para salvar a todo riesgo, aun cuando alguno se meta en el mar sin uso del arte.
Pero a fin de que no quedasen inútiles las obras de tu sabiduría, por eso es que los hombres fían sus vidas a un débil leño, y atravesando el mar sobre un barco llegan a salvamento.
De esta suerte también al principio , cuando perecieron en el diluvio los soberbios gigantes, una barca fue el refugio de la esperanza de toda la tierra: barca que siendo gobernada por tu mano, conservó la semilla de que había de renacer el mundo.
Porque bendito es el leño que sirve a la justicia;
pero maldito es el leño de un ídolo hecho de mano, tanto él como su artífice; éste, porque lo fabricó, y aquél, porque no siendo más que una cosa frágil recibió el nombre de dios.
Puesto que a Dios le son igualmente aborrecibles el impío y su impiedad.
Por donde así la obra hecha como el hacedor serán castigados.
Y por eso no se perdonará a los mismos ídolos de las naciones; por cuanto a las criaturas de Dios se las hizo servir a la abominación, y de tentación para las almas de los hombres, y de lazo para los pies de los insensatos.
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Pues la invención de los ídolos fue el origen de la idolatría, y su hallazgo la corrupción de la vida,
porque ni los había al principio , ni los habrá siempre.
Sobrevino en la tierra la vanidad de los hombres; y con esto se tuvo por muy pronta la muerte de ellos.
Un padre transpasado de acerbo dolor por la prematura y súbita muerte de su hijo, formó de él un retrato; y al que como hombre acababa de morir, comenzó luego a honrarlo como a dios, y estableció entre sus criados ceremonias y sacrificios para darle culto.
Después con el discurso del tiempo tomando cuerpo aquella impía costumbre, el error vino a ser observado como ley, y se adoraban los simulacros por mandato de los tiranos.
Y así hacían traer desde lejos los retratos de aquellos a quienes podían los hombres honrar personalmente por estar distantes; y expo-nían a la vista de todos la imagen del rey a quien querían tributar honores, a fin de reverenciarle con su culto, como si estuviera presente.
La extremada habilidad del artífice atrajo también a los ignorantes a este culto;
porque deseando complacer al que lo hacía trabajar, empleó todos los esfuerzos del arte, para sacar más al vivo la imagen.
Con esto embelesado el vulgo, con la belleza de la obra, comenzó a calificar por un dios al que poco antes era honrado como un hombre.
Y he aquí cómo se precipitó en el error el género humano; pues los hombres, o por satisfacer a un particular afecto suyo o por congraciarse con los reyes, dieron a las piedras y leños el nombre incomunicable de Dios.
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Y no se contentaron con errar en orden al conocimiento de Dios; sino que viviendo sumamente combatidos de su ignorancia, a un sinnúmero de muy grandes males les dan el nombre de paz o de bienes.
Pues ya sacrificando sus propios hijos, ya ofreciendo sacrificios entre tinieblas, o celebrando vigilias llenas de brutales delirios,
no respetan las vidas, ni la pureza de los matrimonios, sino que unos a otros se matan por celos, o con sus adulterios se entristecen.
Por todas partes se ve efusión de sangre, homicidios, hurtos y engaños, corrupción, infidelidad, alborotos, perjurios, vejación de los buenos;
olvido de Dios, contaminación de las almas, incertidumbre de los partos, inconstancia de los matrimonios, desórdenes de adulterio y de libertinaje;
siendo el abominable culto de los ídolos la causa y el principio y fin de todos los males;
porque o hacen locuras en sus fiestas, o al menos fingen oráculos falsos, o viven en la injusticia, o perjuran con suma facilidad;
como que confiados en sus ídolos, que son criaturas inanimadas, no temen que por jurar en falso les venga ningún daño.
Mas por ambas cosas tendrán su justo castigo; porque entregados a sus ídolos sintieron mal de Dios, y porque juraron injustamente y con dolo, menospreciando la justicia.
Que no es el poder de aquellos ídolos por quienes juran, sino la divina venganza contra los pecadores la que persigue siempre la prevaricación de los hombres injustos.
Pater
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