URO anuncio contra Tiro. Prorrumpid en aullidos naves del mar; porque desolada ha sido la casa, o ciudad, de donde acostumbraban hacerse a la vela. De la tierra de Cetim les ha venido el aviso.
Callad vosotros ¡oh habitantes de la isla!; tú estabas llena de comerciantes de Sidón que pasaban el mar.
La sementera que crece por las aguas redundantes del Nilo, y las cosechas que producía este río eran para ella; y había llegado a ser el emporio de las naciones.
Avergüénzate, ¡oh Sidón!, pues así habla esta ciudad del mar, la señora del mar: Tú que dices: No concebí, ni parí, y no crié mancebos, ni eduqué doncellas hasta la edad florida.
Cuando lleguen a Egipto noticias, se dolerán de lo que oigan sobre Tiro.
Pasad los mares, levantad vuestros gritos, habitantes de la isla.
¿Por ventura no es esta vuestra ciudad aquella que hace mucho tiempo se gloriaba de su antigüedad? Por tierras extrañas o remotas irán peregrinando sus moradores.
¿Quién es el que tales cosas decretó contra Tiro, la cual en otro tiempo era la reina del mar, cuyos comerciantes eran príncipes, y sus mercaderes los más ilustres de la tierra?
El Señor de los ejércitos ordenó esto, para hollar la soberbia de todos los jactanciosos, y reducir a la ignominia a todos los ilustres del país.
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Atraviesa corriendo tu tierra como un río, ¡oh tú, hija del mar!: Ya no tienes más ceñidor o amparo.
El Señor ha extendido su mano contra el mar, ha conmovido los reinos; él ha dado sus órdenes contra Canaán, para exterminar a sus campeones.
Y ha dicho: No te vanagloriarás ya más, cuando te veas afrentada, ¡oh virgen hija de Sidón!; levántate, navega a Cetim, y allí tampoco tendrás reposo.
Mirad la tierra de los caldeos, pues no existió jamás un pueblo tal como aquél: Asur lo fundó; con todo ahora fueron llevados cautivos sus campeones, sus casas han sido demolidas, lo convirtieron en un montón de ruinas.
Aullad, ¡oh naves del mar!, porque destruida ha sido vuestra fortaleza.
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Y entonces será cuando tú, ¡oh Tiro!, quedarás sepultada en el olvido por espacio de setenta años, que suelen ser los días de un rey; y pasados los setenta, será Tiro como una prostituta que canta para seducir.
Toma la cítara, da la vuelta por la ciudad, ¡oh vil ramera!, ya entregada al olvido canta con envenenada dulzura, repite tu seductora cantinela, a fin de que piensen en ti.
Y después de los setenta años el Señor visitará a Tiro; y la volverá a su tráfico y tendrá comercio como antes con todos los reinos del mundo, en toda la extensión de la tierra.
Al fin Tiro se convertirá, y sus contratos de compra y venta y sus ganancias serán consagradas al Señor; no se almacenarán, ni se reservarán; porque su negocio será para utilidad de aquellos que asisten en la presencia del Señor, a fin de que tengan alimento en abundancia y vestido que mudarse hasta la vejez.
Pater
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