OR este motivo el Señor Dios nuestro cumplió su palabra, que nos había ya ordenado a nosotros, y a nuestros jueces gobernadores de Israel, y a nuestros reyes, y a nuestros príncipes, y a todo Israel y Judá,
de que traería el Señor sobre nosotros grandes males, tales como jamás se habían visto debajo del cielo, como los que han sucedido en Jerusalén , conforme a lo que se halla escrito en la ley de Moisés;
y que el hombre comería la carne de su propio hijo y la carne de su hija.
Y nos entregó el Señor en poder de todos los reyes vecinos nuestros, para escarnio y ejemplar de desolación en todas las naciones, por entre las cuales nos dispersó el Señor.
Esclavos hemos venido a ser, y no amos, por haber pecado contra el Señor Dios nuestro, no obedeciendo a su voz.
Del Señor Dios nuestro es la justicia; de nosotros y de nuestros padres la confusión de nuestros rostros, como se está viendo hoy día.
Porque el Señor, todos estos castigos que padecemos, nos los había ya amenazado.
Mas nosotros ni por eso acudimos al Señor Dios nuestro para rogarle y para convertirnos cada cual de su depravada vida.
Con esto echó luego el Señor mano del castigo, y lo descargó sobre nosotros; porque justo es el Señor en todas sus obras y en cuanto nos ha mandado.
Y con todo, nosotros no quisimos obedecer a su voz para que caminásemos según los preceptos que el Señor nos había puesto delante de los ojos.
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Ahora, pues, ¡oh Señor Dios de Israel!, que sacaste a tu pueblo de la tierra de Egipto con mano fuerte y por medio de portentos y prodigios, y con tu gran poderío y robusto brazo, y te adquiriste la fama que hoy tienes:
hemos pecado, Señor, hemos obrado impíamente; inicuamente nos hemos portado, ¡oh Señor Dios nuestro!, contra todos tus mandamientos.
Aléjese de nosotros tu indignación; porque somos pocos los que quedamos ya entre las naciones en que nos dispersaste.
Escucha, Señor, nuestros ruegos y nuestras oraciones, y líbranos por amor de ti mismo, y haz que hallemos gracia a los ojos de aquellos que nos han sacado de nuestra patria;
a fin de que con eso conozca todo el mundo que tú eres el Señor Dios nuestro, y que Israel y toda su estirpe lleva tu Nombre.
Vuelve, ¡oh Señor!, tus ojos hacia nosotros desde tu santa casa, e inclina tus oídos y escúchanos.
Abre tus ojos y míranos; porque no son los muertos que están en el sepulcro, cuyo espíritu se separó de sus entrañas, los que tributarán honra a la justicia del Señor;
sino el alma que está afligida por causa de la grandeza de los males que ha cometido, y anda encorvada y macilenta, y con los ojos caídos; el alma hambrienta o mortificada, ésa es la que te tributa gloria, ¡oh Señor!, a ti y a tu justicia.
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Puesto que, no apoyados en la justicia de nuestros padres derramamos nuestras plegarias, e imploramos misericordia ante tu acatamiento, ¡oh Señor Dios nuestro!,
sino porque tú has descargado tu indignación y tu furor sobre nosotros, según anunciaste por medio de tus siervos los profetas, diciendo:
Esto dice el Señor: Inclinad vuestro hombro y vuestra cerviz y servid al rey de Babilonia, y así viviréis tranquilos, y no seréis echados de la tierra que yo di a vuestros padres.
Mas si no obedeciereis la orden del Señor Dios vuestro de servir al rey de Babilonia, yo haré que seáis arrojados de las ciudades de Judá, y echados de Jerusalén ;
y quitaré de entre vosotros las voces de alegría, y de gozo, y los alegres cantares de los esposos y de las esposas, y quedará el país sin vestigio de persona que lo habite.
Ellos no quisieron obedecer tu orden de servir al rey de Babilonia; y tú cumpliste tus palabras que anunciaron tus siervos los profetas, cuando dijeron que serían trasladados de su lugar por dos enemigos los huesos de nuestros reyes y los huesos de nuestros padres.
Y he aquí que han sido arrojados al calor del sol y a la escarcha de la noche; y murieron entre crueles dolores, acosados por el hambre, por la espada y por un penoso destierro.
Y el templo en que se invocaba tu santo Nombre, lo redujiste al estado en que se halla hoy día, por causa de las maldades de Israel y de la casa de Judá."
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Y te has portado con nosotros, ¡oh Señor Dios nuestro!, con toda tu bondad y con toda aquella tu gran misericordia,"
conforme lo habías predicho por Moisés, siervo tuyo, en el día que le mandaste escribir tu ley a vista de los hijos de Israel,"
diciendo: Si vosotros no obedeciereis mi voz, esta gran muchedumbre será reducida a un pequeño número en las naciones, entre las cuales las dispersaré;"
porque yo sé que el pueblo ese no escuchará, pues es un pueblo de dura cerviz; pero él volverá en sí, cuando esté en la tierra de su esclavitud;"
y conocerán que yo soy el Dios suyo. Y les daré un nuevo corazón, y entenderán; y oídos, y oirán;"
y me tributarán alabanzas en la tierra de su cautiverio, y se acordarán de mi santo Nombre."
Y dejarán la dureza de su cerviz y su malignidad; pues se acordarán de lo que sucedió a sus padres por haber pecado contra mí."
Y los conduciré otra vez a la tierra que prometí con juramento a sus padres Abrahán, Isaac y Jacob ; y serán señores de ella, y los multiplicaré, y no irán en disminución."
Y asentaré con ellos otra alianza, que será sempiterna, por la cual yo sea su Dios, así como ellos sean el pueblo mío; y no removeré jamás a mi pueblo, a los hijos de Israel, de la tierra que le di."
Pater
Filius
Spiritus Sanctus
Angelorum
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