OR lo cual vosotros, mis santos hermanos, partícipes que sois de la vocación celestial, poned los ojos en Jesús , apóstol y sumo sacredote de nuestra profesión, o religión santa,
el cual es fiel al que le ha constituido tal, como lo fue también Moisés con respecto a toda su casa.
Considerad, pues, que fue digno de gloria tanto mayor que la de Moisés cuanto mayor dignidad u honra tiene que la casa, aquel que la construyó.
Ello es que toda casa por alguno es construida; mas el que creó y construyó todas las cosas es Dios.
Y a la verdad Moisés fue fiel en toda la casa de Dios, o pueblo de Israel, como un sirviente enviado de Dios para anunciar al pueblo todo lo que tenía orden de decirle.
Pero Cristo se ha dejado ver como hijo en su propia casa; la cual casa somos nosotros, si hasta el fin mantenemos firme la animosa confianza en él y la esperanza de la gloria.
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Por lo cual nos dice el Espíritu Santo: Si hoy oyereis su voz,
no queráis endurecer vuestros corazones, como sucedió cuando el pueblo estaba en el desierto en el lugar llamado Contradicción y Murmuración,
en donde vuestros padres me tentaron, queriendo hacer prueba de mi poder, y en donde vieron las cosas grandes que hice.
Yo sobrellevé a aquel pueblo con pena y disgusto por espacio de cuarenta años, y dije en mí mismo: Este pueblo sigue siempre los extravíos de su corazó,: él no conoce mis caminos,
y así airado he jurado: Que no entrarán jamás en el lugar de mi descanso.
Mirad, pues, hermanos, no haya en algunos de vosotros corazón maleado de incredulidad, hasta abandonar al Dios vivo;
antes amonestaos todos los días los unos a los otros, mientras dura el día que se apellida de hoy, a fin de que ninguno de vosotros llegue a endurecerse con el engañoso atractivo del pecado.
Puesto que venimos a ser participantes de Cristo , con tal que conservemos inviolablemente hasta el fin el principio del nuevo ser suyo que ha puesto en nosotros.
Mientras se nos dice: Si hoy oyereis su voz, no endurezcáis vuestros corazones, como los israelitas en el tiempo de aquella provocación.
Pues algunos de los que la habían oído, irritaron al Señor, aunque no todos aquellos que salieron del Egipto por medio de Moisés.
Mas ¿contra quiénes estuvo irritado el Señor por espacio de cuarenta años? ¿No fue contra los que pecaron, cuyos cadáveres quedaron tendidos en el desierto?
¿Y a quiénes juró que no entrarían jamás en su descanso, sino a aquellos que fueron incrédulos y desobedientes?
En efecto, vemos que no pudieron entrar por causa de la incredulidad.
Pater
Filius
Spiritus Sanctus
Angelorum
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