EA, pues, oh ricos!, llorad, levantad el grito en vista de las desdichas que han de sobreveniros.
Podridos están vuestros bienes, y vuestras ropas han sido roídas de la polilla.
El oro y la plata vuestra se han enmohecido, y el orín de estos metales dará testimonio contra vosotros, y devorará vuestras carnes como un fuego. Os habéis atesorado ira para los últimos días.
Sabed que el jornal que no pagasteis a los trabajadores, que segaron vuestras mieses, está clamando contra vosotros; y el clamor de ellos ha penetrado los oídos del Señor de los ejércitos.
Vosotros habéis vivido en delicias y en banquetes sobre la tierra, y os habéis cebado a vosotros mismos como las víctimas que se preparan para el día del sacrificio.
Vosotros habéis condenado al inocente, y le habéis muerto, sin que os haya hecho resistencia alguna.
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Pero vosotros, ¡oh hermanos míos!, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador, con la esperanza de recoger el precioso fruto de la tierra, aguarda con paciencia que Dios envíe las lluvias temprana y tardía.
Esperad, pues, también vosotros con paciencia, y esforzad vuestros corazones, porque la venida del Señor está cerca.
No queráis, hermanos, quejaros unos contra otros, a fin de que no seáis condenados en este terrible día. Mirad que el juez está a la puerta.
Tomad, hermanos míos, por ejemplo de paciencia, en los malos sucesos y desastres, a los profetas, que hablaron en el nombre del Señor.
Ello es que tenemos por bienaventurados a los que así padecieron. Oído habéis la paciencia de Job, y visto el fin del Señor. Estad de buen ánimo, porque el Señor es misericordioso y compasivo.
Sobre todo, hermanos míos, no queráis jurar ni por el cielo, ni por la tierra, ni con otro juramento alguno. Mas vuestro modo de asegurar una cosa sea: Sí, sí; no, no; para que no caigáis en condenación jurando falso o sin necesidad.
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¿Hay entre vosotros alguno que está triste?; haga oración. ¿Está contento?; cante salmos.
¿Está enfermo alguno entre vosotros?; llame a los presbíteros de la Iglesia, y oren por él, ungiéndole con óleo en el Nombre del Señor.
Y la oración nacida de la fe salvará al enfermo, y el Señor le aliviará; y si se halla con pecados, se le perdonarán.
Confesad, pues, vuestros pecados uno a otro, y orad los unos por los otros para que seáis salvos; porque mucho vale la oración perseverante del justo.
Elías era un hombre pasible semejante a nosotros, y pidió fervorosamente que no lloviese sobre la tierra de Israel, y no llovió por espacio de tres años y seis meses.
Hizo después de nuevo oración; y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto.
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