abriendo su boca el viejo Tobías bendijo al Señor, diciendo: Grande eres tú, oh Señor, desde la eternidad; y tu reino dura por todos los siglos.
Porque tú hieres, y das salud; tú conduces al hombre hasta el sepulcro y le resucitas, sin que nadie pueda sustraerse de tus manos.
Bendecid al Señor, oh hijos de Israel, y alabadle en presencia de las naciones.
Pues por eso os ha esparcido entre las gentes que no lo conocen, para que vosotros publiquéis sus maravillas, y les hagáis conocer que no hay otro Dios Todopoderoso fuera de él.
El nos ha castigado a causa de nuestras iniquidades; y él mismo nos salvará por su misericordia.
Considerad, pues, lo que ha hecho con nosotros; y glorificadlo con temor y temblor; y ensalzad con vuestras obras al Rey de los siglos.
Yo asimismo lo glorificaré en la tierra de mi cautiverio; porque ha hecho ostensión de su poder y majestad sobre una nación pecadora.
Convertíos, pues, oh pecadores, y sed justos delante de Dios, y creed que usará con vosotros de su misericordia.
Entretanto yo me regocijaré en él, y él será la alegría de mi alma.
Bendecid al Señor todos vosotros sus escogidos, tened días alegres, y tributadle alabanzas.
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Oh Jerusalén , ciudad de Dios, el Señor te ha castigado por causa de tus malas obras.
Glorifica al Señor por los beneficios que te ha hecho, y bendice al Dios de los siglos, para que reedifique en ti su Tabernáculo, y te restituya todos los cautivos, y te goces por los siglos de los siglos.
Brillarás con luz resplandeciente; y serás adorada en todos los términos de la tierra.
Vendrán a ti las naciones lejanas; y trayendo dones, adorarán en ti al Señor, y tendrán tu tierra por santa.
Porque dentro de ti invocarán ellas el Nombre grande del Señor.
Malditos serán los que te despreciaren, y condenados todos los que te blasfemaren; y aquellos que te edificaren, serán benditos de Dios.
Tú te regocijarás en tus hijos, porque todos serán benditos, y se reunirán con el Señor en una misma fe.
Bienaventurados todos los que te aman, y se regocijan por tu paz y felicidad.
Oh alma mía, bendice al Señor; porque el Señor Dios nuestro ha librado a su ciudad de Jerusalén de todas sus tribulaciones.
Dichoso seré yo, si algunas reliquias de mi descendencia lograren ver el esplendor y la gloria venidera de Jerusalén.
De zafiros y de esmeraldas serán entonces labradas las puertas de Jerusalén , y de piedras preciosas todo el circuito de sus muros.
Todas sus calles serán enlosadas de piedras blancas y relucientes; y en todos sus barrios se oirán cantar aleluyas.
Bendito sea el Señor que la ha ensalzado; y reine en ella por los siglos de los siglos, Amén.
Padre
Hijo
Espíritu Santo
Ángeles
Satanás
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Referencia
Ilustración
Atlas