ONIÉNDOSE, pues, en camino, llegaron en once días a Carán, la cual está en medio del camino que va a Nínive.
Aquí dijo el ángel: Hermano mío Tobías, bien sabes en qué estado dejaste a tu padre.
Por lo mismo, si te parece, adelantémonos, y vengan siguiendo detrás poco a poco los criados con tu esposa, y los animales y ganados.
Determinando, pues, caminar así, dijo Rafael a Tobías: Trae contigo la hiel del pez, porque será necesaria. Tomó Tobías aquella hiel, y marcharon.
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Iba Ana todos los días a sentarse cerca del camino, en la cima de una colina, desde donde podía mirar a larga distancia.
Atalayando, pues, una vez desde allí a ver si venía su hijo, lo vio de lejos, y lo conoció inmediatamente, y corrió a dar la noticia a su esposo, diciendo: Mira que viene tu hijo.
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Asimismo dijo Rafael a Tobías: Al punto que entrares en tu casa, adora en seguida al Señor Dios tuyo; y después de haberle dado gracias, acércate a tu padre y bésalo.
E inmediatamente unge sus ojos con esta hiel del pez, que traes contigo; porque has de saber que luego se le abrirán, y verá tu padre la luz del cielo, y se llenará de júbilo con tu vista.
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En esto el perro que les había seguido en el viaje, echó a correr delante; y como si viniese a traer una buena nueva, se alegraba y hacía fiestas meneando la cola.
Al instante Tobías el padre, ciego como estaba, empezó a correr, exponiéndose a caer a cada paso; mas dando la mano a un criado, salió a recibir a su hijo,
y abrazándole lo besó, haciendo lo mismo la madre, y echando ambos a llorar de gozo.
Y después de haber adorado a Dios y dándole gracias, se sentaron.
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Entonces Tobías, tomando de la hiel del pez ungió los ojos de su padre;
el cual estuvo así esperando casi media hora, cuando he aquí que empezó a desprenderse de sus ojos una nube o piel blanca, semejante a la telilla de un huevo;
y asiendo de ella Tobías se la sacó de los ojos, y al punto recobró la vista.
Y glorificaron a Dios tanto él como su mujer, y todos sus conocidos.
Y decía Tobías: Te bendigo, oh Señor Dios de Israel, porque tú me has castigado, y tú me has curado; y yo veo ya a mi hijo Tobías.
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Después de siete días llegó también Sara, esposa de su hijo, con toda la familia, en buena salud, con los ganados, y camellos, y una gran suma de dinero de su dote; además del dinero cobrado de Gabelo.
Y contó Tobías a sus padres todos los beneficios que había recibido de Dios por medio de aquel varón que le había guiado.
Vinieron después Aquior y Nabat, primos hermanos de Tobías, a alegrarse con él por todos los favores de que Dios le había colmado.
Y teniendo convites por espacio de siete días, se regocijaron todos con la mayor alegría.
Padre
Hijo
Espíritu Santo
Ángeles
Satanás
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Referencia
Ilustración
Atlas