ENSANDO, pues, Tobías que Dios habría oído la oración que le había hecho para que lo sacase de este mundo, llamó cerca de sí a su hijo Tobías,
y le dijo: Escucha, hijo mío, las palabras de mi boca, y asiéntalas en tu corazón, como por cimiento.
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Luego que Dios recibiere mi alma, entierra mi cuerpo; y honrarás a tu madre todos los días de su vida;
porque debes tener presente lo que padeció, y a cuántos peligros se expuso por ti, llevándote en su vientre.
Y cuando ella haya también terminado la carrera de su vida, la enterrarás junto a mí.
Tú ten a Dios en tu mente todos los días de tu vida; y guárdate de consentir jamás en pecado, y de quebrantar los mandamientos del Señor Dios nuestro.
Haz limosna de aquello que tengas, y no vuelvas tus espaldas a ningún pobre; que así conseguirás que tampoco el Señor aparte de ti su rostro.
Sé caritativo según tu posibilidad.
Si tuvieres mucho, da con abundancia; si poco, procura dar de buena gana aun de este poco que tuvieres;
pues con esto te atesoras una gran recompensa para el día del apuro.
Por cuanto la limosna libra de todo pecado y de la muerte eterna, y no dejará caer el alma en las tinieblas del infierno;
sino que será la limosna motivo de gran confianza delante del Soberano Dios para todos los que la hicieren.
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Guárdate, hijo mío, de toda fornicación o impureza, y fuera de tu mujer nunca cometas el delito de conocer otra.
No permitas jamás que la soberbia domine tu corazón o tus palabras; porque de ella tomó principio toda especie de perdición.
A cualquiera que haya trabajado algo por ti, dale luego su jornal, y por ningún caso retengas en tu poder el salario de tu jornalero.
Guárdate de hacer jamás a otro lo que no quisieras que otro te hiciese a ti.
Come tu pan partiéndolo con los hambrientos y menesterosos, y con tus vestidos cubre a los desnudos.
Pon tu pan y tu vino sobre la sepultura del justo, y no comas ni bebas de ello con los pecadores.
Pide siempre consejo al hombre sabio.
Alaba al Señor en todo tiempo; y pídele que dirija tus pasos, y que estén fundadas en él todas tus deliberaciones.
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Te hago saber también, hijo mío, cómo presté, siendo tú aún niño, diez talentos de plata a Gabelo, residente en Ragés, ciudad de los medos, y conservo en mi poder el recibo firmado de su mano.
Por tanto procura buscar modo cómo vayas allá, y recobres de él esa cantidad de dinero, devolviéndole su recibo.
No temas, hijo mío, no te aflijas; es verdad que pasamos una vida pobre, pero tendremos muchos bienes, si temiéremos a Dios, y huyéremos de todo pecado, y obráremos bien.
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