NTRETANTO el Justo perece, y no hay quien reflexione sobre esto en su corazón, y son arrebatados los hombres piadosos, sin que nadie los sienta; siendo así que para libertarles de los males, es el Justo arrebatado de este mundo.
¡Ah! venga sobre él la paz, descanse en su morada el que ha procedido rectamente.
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Entretanto llegaos vosotros, moradores de Jerusalén , hijos de una agorera, raza de padre adúltero y de mujer prostituta.
¿De quién habéis hecho vosotros burla? ¿Contra quién abristeis toda vuestra boca, y soltasteis la lengua para mofaros? ¿Acaso no sois vosotros hijos malvados y raza de bastardos?
¿Vosotros que os solazáis venerando con infames placeres vuestros dioses a la sombra de todo árbol frondoso, sacrificando en honor suyo vuestros hijos en los torrentes y debajo de altas peñas?
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Allá junto al torrente está, ¡oh hebreo!, tu heredad, allí tienes tu bien; y a estos dioses derramaste libaciones, y ofreciste sacrificios. ¿Pues cómo no he de indignarme ante estas cosas?
Sobre un excelso y encumbrado monte colocaste tu tálamo y allá subiste para inmolar víctimas.
Y detrás de la puerta y tras el dintel colocaste los ídolos para tu recuerdo, junto a mí has pecado, recibiendo al adúltero, o adorando al ídolo; has ensanchado tu lecho y te has amancebado con otros semejantes; has amado su compañía descaradamente.
Con perfumes te ataviaste para ser presentada al rey, y has multiplicado tus afeites. Enviaste lejos tus embajadores, y te has abatido hasta los infiernos.
Has procedido idolatrando de muchísimos modos, y te has fatigado, y nunca dijiste: Tomaré descanso; hallaste la vida y tus delicias en los ídolos obra de tus manos y por eso no has recurrido a mí.
¿Qué es lo que tú temiste, tan acongojada, que así has faltado a la fe, y no te has acordado de mí, ni has reflexionado en tu corazón? Porque yo callaba y hacía el desentendido, por eso tú no hiciste caso de mí.
Pero yo haré conocer cuál es tu justicia, y de nada te aprovecharán tus ídolos obras de tus manos.
Cuando levantares el grito quejándote, sálvente entonces aquellos dioses de las naciones que tú has recogido; mas a todos ellos se los llevará el viento, un soplo los disipará. Al contrario, quien pone en mí su confianza, tendrá por herencia la tierra, y poseerá mi santo monte de Sión.
Yo diré entonces: Abrid camino, dejad expedito el paso, despejad la senda, apartad los estorbos del camino de mi pueblo.
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Pues esto dice el excelso y el sublime Dios que mora en la eternidad, y cuyo nombre es Santo: El que habita en las alturas y en el santuario, y en el corazón contrito y humillado, para vivificar el espíritu de los humildes y dar vida al corazón de los contritos.
Que no para siempre he de ejercer la venganza, ni conservar hasta el fin mi enojo; pues de mi boca salió el espíritu, y creé yo las almas.
Por la malvada avaricia de mi pueblo, yo me irrité y lo he azotado; le oculté mi rostro y me indigné, y él se fue vagando tras los antojos de su corazón.
Yo vi sus andanzas y le di la salud, y le convertí al buen camino y le di mis consuelos, así a él como a los suyos que lloraban arrepentidos.
He creado la paz, fruto de mis labios, o promesas; paz para el que está lejos y para el que está cerca, dice el Señor; y los he curado a todos.
Pero los impíos son como un mar alborotado, que no puede estar en calma; cuyas olas rebosan en lodo y cieno.
No hay paz para los impíos, dice el Señor Dios.
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