ONSUÉLATE, oh pueblo mío, consuélate, porque he aquí lo que me ha dicho vuestro Dios:
Habladle al corazón a Jerusalén , alentadla, pues se acabó su aflicción; ya está perdonada su maldad; ella ha recibido ya de la mano del Señor al doble por todos sus pecados.
Ya oigo la voz del que clama en el desierto. Aparejad el camino del Señor, enderezad en la soledad la senda de nuestro Dios;
todo valle ha de ser alzado, y todo monte y cerro abatido; y los caminos torcidos se harán rectos, y los ásperos llanos.
Entonces se manifestará la gloria del Señor, y verán a una todos los hombres que la boca del Señor Dios es la que ha hablado por los profetas.
Oí una voz que me decía: Clama. Yo respondí: ¿Qué es lo que he de clamar? Clama, dijo, que toda carne es heno, y toda su gloria como la flor del prado.
Se seca el heno y la flor cae, así que se dirige contra él el soplo del Señor... Verdaderamente es como heno todo hombre.
Se secó el heno y cayó la flor; mas la palabra del Señor nuestro dura eternamente.
Súbete sobre un alto monte tú que anuncias buenas nuevas a Sión; alza esforzadamente tu voz; ¡oh tú que hablas a Jerusalén !, álzala y no temas. Di a las ciudades de Judá: He ahí a vuestro Dios.
He aquí que viene el Señor vuestro Dios con infinito poder, y dominará con la fuerza de su brazo. Mirad, él lleva consigo su recompensa para los que le sigan y tiene a la vista su obra de la redención del mundo.
Como un pastor apacentará su rebaño, recogerá con su brazo los corderillos; los tomará en su seno, y llevará él mismo las ovejas recién paridas.
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¿Quién es aquel que ha medido las aguas del océano en el hueco de la palma de su mano, y extendiendo ésta ha pesado los cielos?; ¿quién es el que con sólo tres dedos sostiene la gran mole de la tierra, y pesa los montes y los collados como en una balanza?
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¿Quién ayudó al espíritu del Señor?, ¿o quién fue su consejero, y le comunicó alguna idea?
¿A quién llamó él a consulta, o quién hay que le haya instruido a él, o le haya mostrado la senda de la justicia, o le haya comunicado la ciencia, o le haya hecho conocer el camino de la prudencia?
He aquí que las naciones todas son delante de él como un gota de agua que se rezuma de un cántaro, y como un pequeño grano en la balanza. Asimismo las islas son como un granito de polvo.
Cuantos árboles hay en el Líbano no bastarían para encender el fuego de su altar; ni todos sus animales para ser un holocausto digno de él.
Todas las naciones de la tierra son en presencia suya como si no fueran, y como nada, y una cosa que no existe, así son por él consideradas.
¿A qué cosa, pues, habéis vosotros asemejado a Dios, o qué diseño trazaréis de él?
¿Por ventura la imagen o el ídolo no es obra de un fundidor?, ¿no es el platero de oro el que la ha formado de este metal, o de láminas de plata el platero?
El hábil artífice escoge una madera dura e incorruptible; y procura afianzar la estatua, de modo que no caiga.
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¿Acaso no sabéis lo que es Dios?; ¿no habéis oído hablar de él?; ¿acaso no se os anunció desde el principio del mundo?; ¿no ha llegado a vuestra noticia que él hizo los fundamentos de la tierra?
Sabed que él es el que está sentado sobre la tierra; y los moradores de ésta son en su presencia como pequeñas langostas: él es el que extendió los cielos como un velo o cosa muy leve, y los desplegó como una tienda de campaña en que se ha de habitar.
El es quien confunde y anonada a los escudriñadores de los arcanos de la naturaleza, y reduce a nulidad a los jueces o gobernadores de la tierra.
Estos son para Dios como un tronco, que no ha sido plantado, ni sembrado, ni tiene arraigo en la tierra. De repente, a un ligero soplo del Señor contra ellos, se secaron, y un torbellino los arrebata como hojarasca.
¿A qué cosa, pues, me habéis asemejado?; ¿a qué cosa me habéis igualado?, dice el Santo por esencia.
Alzad hacia lo alto vuestros ojos, y considerad quién creó esos cuerpos celestes; quién hace marchar ordenadamente aquel ejército de estrellas, y llama a cada una de ellas por su nombre, sin que ninguna se quede atrás; tal es la grandeza de su poder, de su fortaleza y de su virtud.
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Pues ¿por qué dices tú, oh Jacob , por qué osas afirmar tú, ¡oh Israel!: No conoce el Señor la triste situación en que me hallo, y no se cuida mi Dios de hacerme justicia?
¿Por ventura ignoras tú, o no has oído que Dios es el Señor eterno que creó la extensión de la tierra sin cansancio ni fatiga, y que es incomprensible su sabiduría?
El es el que robustece al débil y el que da mucha fuerza y vigor a los que no son para nada.
Desfallecerá fatigada de cansancio la edad lozana, y se caerá de flaqueza la juventud.
Mas los que tienen puesta en el Señor su esperanza, adquirirán nuevas fuerzas, tomarán alas como de águila, correrán y no se fatigarán, andarán y no desfallecerán.
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