ÁS vale la sabiduría que las fuerzas; y el varón prudente más que el valeroso.
Escuchad, pues, oh reyes, y estad atentos; aprended vosotros, oh jueces todos de la tierra:
Dad oídos a mis palabras, vosotros que tenéis el gobierno de los pueblos, y os gloriáis del vasallaje de muchas naciones.
Porque la potestad os la ha dado el Señor; del Altísimo tenéis esa fuerza, el cual examinará vuestras obras, y escudriñará hasta los pensamientos.
Porque siendo vosotros unos ministros de su reino universal, no juzgasteis con rectitud, ni observasteis la ley de la justicia, ni procedisteis conforme a la voluntad de Dios.
El se dejará ver, o caerá sobre vosotros espantosa y repentinamente; pues aquellos que ejercen potestad sobre otros, serán juzgados con extremo rigor.
Porque con los pequeños se usará de compasión, mas los grandes sufrirán grandes tormentos.
Que no exceptuará Dios persona alguna, ni respetará la grandeza de nadie; pues al pequeño y al grande él mismo los hizo y de todos cuida igualmente,
si bien a los más grandes amenaza mayor suplicio.
Por tanto a vosotros, oh reyes, se dirigen estas mis palabras; a fin de que aprendáis la sabiduría y no vengáis a resbalar.
Porque los que hayan hecho rectamente obras justas, serán justificados; y los que hayan aprendido estas cosas que enseño, hallarán con qué defenderse.
Por consiguiente, codiciad mis documentos, amadlos y seréis instruidos.
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Porque luminosa e inmarcesible es la sabiduría; y se deja ver fácilmente de los que la aman, y hallar de los que la buscan.
Se anticipa a aquellos que la codician, poniéndoseles delante ella misma.
Quien madrugare en busca de ella, no tendrá que fatigarse; pues la hallará sentada en su misma puerta.
El tener, pues, el pensamiento ocupado en la sabiduría es prudencia consumada; y el que por amor de ella velare, bien pronto estará en reposo.
Porque ella misma va por todas partes buscando a los que son dignos de poseerla; y por los caminos se les presenta con agrado, y en todas ocasiones y asuntos la tienen al lado.
El principio de la sabiduría es un deseo sincerísimo de la instrucción.
Procurar instruirse es amar la sabiduría; amarla es guardar sus leyes; y la guarda de estas leyes es la perfecta pureza del alma;
la perfecta pureza une con Dios;
luego el deseo de la sabiduría conduce al reino eterno.
Ahora bien, ¡oh reyes de los pueblos!, si os complacéis en los tronos y cetros, amad la sabiduría a fin de reinar perpetuamente.
Amad la luz de la sabiduría todos los que estáis al frente de los pueblos,
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que yo os declararé qué cosa es la sabiduría, y cómo fue engendrada; y no os ocultaré los misterios de Dios; sino que subiré investigando hasta su primer origen, y pondré en claro su conocimiento, sin ocultar un ápice de la verdad.
No me acompañaré por cierto con el que se pudre de envidia; pues el envidioso no será jamás participante de la sabiduría.
Los varones sabios son la felicidad del mundo; y un rey sabio es firme sostén del pueblo.
Recibid, pues, la instrucción por medio de mis palabras, porque os será provechosa.
Padre
Hijo
Espíritu Santo
Ángeles
Satanás
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Referencia
Ilustración
Atlas