AS sobre los impíos egipcios descargó la ira sin misericordia hasta el fin; pues el Señor estaba previendo lo que les había de acontecer.
Porque después de haber ellos permitido a los hebreos que se marchasen, y aun habiéndoles dado mucha prisa para que se saliesen, arrepentidos luego los persiguieron.
De modo que estando todavía cubiertos de luto, derramando lágrimas sobre los sepulcros de los muertos, tomaron otra resolución, propia de su locura, y se pusieron a perseguir como a fugitivos a los mismos que habían hecho marchar a fuerza de ruegos.
A este fin o fatal paradero los conducía una bien merecida necesidad; y llegaron a perder la memoria de las cosas que les habían acaecido, para que el inminente castigo pusiese el colmo al resto de sus tormentos;
y así tu pueblo pasase milagrosamente el mar, en el cual hallasen ellos un nuevo género de muerte.
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Porque las criaturas todas, cada una en su género, obedeciendo a tus preceptos, tomaban una nueva forma, a fin de que tus hijos se conservasen ilesos.
Así es que una nube hacía sombra a su campamento; y donde antes había agua, apareció tierra enjuta, y un camino sin tropiezo en medio del mar Rojo, y en el profundo abismo una verde pradera,
por la cual atravesó todo el pueblo de Israel, protegido de tu poderosa mano, viendo tus maravillas y portentos.
Por lo que, a manera de caballos, bien pacidos, y como corderillos, daban brincos de alegría, engrandeciéndote a ti, ¡oh Señor!, que los libraste.
Pues se acordaban todavía de aquellas cosas que habían sucedido allá donde moraron como forasteros; cuando en vez de crías de animales produjo la tierra moscas, y en lugar de peces echó fuera el río un sinnúmero de ranas.
Y aún después vieron una nueva creación de aves, cuando llevados del antojo pidieron viandas delicadas.
Porque para contentar su apetito vinieron volando del mar grandes codornices; pero sobre los egipcios pecadores habían llovido venganzas, precediendo los mismos fenómenos que antes, esto es, tempestades de rayos; pues justamente eran castigados a medida de sus maldades;
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puesto que su inhospitalidad fue mucho más inhumana que la de los de Sodoma. Porque si éstos no acogieron a unos forasteros desconocidos, los egipcios, a huéspedes sus bienhechores los reducían a la esclavitud.
Y no es de considerar solamente esto, sino que hay otra diferencia en aquellos de Sodoma, y es que ya hospedaban de mala gana a unos extraños;
mas éstos afligían con cruelísimos trabajos a los mismos que habían acogido con alegría, y que vivían bajo las mismas leyes.
Por lo que fueron castigados con la ceguera; al modo que lo fueron aquellos otros delante de la puerta del justo Lot, cuando, envueltos en repentinas tinieblas, andaban buscando cada uno la puerta de su casa.
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Porque cuando los elementos cambian entre sí sus propias funciones, o se transtornan, sucede lo que en un salterio que varía sus conciertos, aunque cada cuerda retenga el propio sonido; como se puede conocer evidentemente por la misma experiencia.
A este modo las criaturas terrestres se hacían acuáticas, y las que nadaban se pasaban a la tierra.
El fuego, excediendo su condición, conservaba su actividad en medio del agua, y el agua se olvidaba de su natural virtud de apagar.
Al contrario, las llamas no dañaban los cuerpos de los animales, de suyo combustibles, que andaban dentro de ellas, ni derretían el maná, aquel delicioso manjar, que se deshacía tan fácilmente como la escarcha. Así que, ¡oh Señor!, en todo y por todo engrandeciste a tu pueblo, y lo honraste, y no te desdeñaste de asistirle en todo tiempo y en todo lugar.
Padre
Hijo
Espíritu Santo
Ángeles
Satanás
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Referencia
Ilustración
Atlas