STUVO, pues, el arca del Señor en el país de los filisteos por espacio de siete meses.
Y convocando los filisteos a los sacerdotes y adivinos, les dijeron: ¿Qué haremos del arca del Señor? Instruidnos en qué forma debamos remitirla a su lugar. A lo que les respondieron:
Si remitís el arca del Dios de Israel, no habéis de remitirla vacía; sino pagadle con algún presente lo que debéis por el pecado, y entonces sanaréis; y conoceréis por qué la mano de Dios no cesa de castigaros.
Dijeron ellos: ¿Qué es lo que debemos pagarle en expiación por el pecado? A lo que les contestaron:
Haréis de oro cinco figuras de hemorroides, y otras tantas figuras de ratones, también de oro, conforme al número de las provincias de los filisteos; pues todos vosotros y vuestros sátrapas, habéis padecido una misma plaga. Por tanto haréis unas figuras de hemorroides y otras de los ratones que han talado la tierra, y daréis gloria al Dios de Israel; a ver si con esto levanta su mano de vosotros y de vuestros dioses y de vuestro país.
¿Por qué endurecéis vuestros corazones, como endurecieron el suyo Egipto y el faraón? ¿No es así que después de haber sido castigado con varias plagas, entonces soltó a los israelitas, para que se fuesen?
Ahora, pues, manos a la obra, haced un carro nuevo y uncid al carro dos vacas recién paridas, que no hayan traído yugo; y encerrad en la boyera sus ternerillos.
Tomaréis después el arca del Señor y la pondréis en el carro, colocando a su lado en un cofrecito las figuras de oro que le consagrasteis por el pecado; y dejadla ir.
Y estaréis en observación; y si viereis que toma el camino que va a su país, hacia Betsamés, sabed que el Dios de Israel es quien nos ha causado tan grande mal; pero si no, no ha sido él; y sabremos que no es su mano la que nos ha azotado, sino que ha sido un efecto casual.
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Lo hicieron, pues, así, puntualmente, y tomando dos vacas que daban de mamar a sus becerrillos, las uncieron al carro, y encerraron los ternerillos en el establo.
Y pusieron sobre el carro el arca de Dios, y el cofrecito que contenía los ratones de oro y las figuras de las hemorroides.
Mas las vacas habiendo comenzado a marchar se dirigieron, vía recta, por el camino que va a Betsamés; y seguían como de acuerdo el mismo camino, tirando adelante y mugiendo sin desviarse a la diestra ni a la siniestra. Los sátrapas de los filisteos fueron siguiendo detrás en observación hasta llegar al territorio de Betsamés.
Estaban los betsamitas segando el trigo en un valle, y alzando los ojos vieron el arca , cuya vista los llenó de gozo.
El carro llegó al campo del betsamita Josué, y se paró en él. Había allí una gran piedra, y haciendo pedazos la madera del carro, pusieron encima las vacas y las ofrecieron en holocausto al Señor.
Mas los levitas bajaron el arca de Dios, y el cofrecito que estaba a su lado, donde venían vasos de oro, y la colocaron sobre aquella gran piedra. Entonces los betsamitas ofrecieron holocaustos delante del arca , e inmolaron en aquel día víctimas al Señor;
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lo cual vieron los cinco sátrapas de los filisteos, y el mismo día se volvieron a Accarón.
Y éstas son las ciudades que ofrecieron las hemorroides hechas de oro, que los filisteos tributaron al Señor para expiar el pecado: Azoto, Gaza, Ascalón, Get, Accarón, una cada ciudad.
Y los ratones de oro que ofrecieron, fueron tantos cuantas eran las poblaciones de los filisteos en las cinco provincias, comenzando desde las ciudades muradas, hasta las aldeas que no tienen muros; todo el país hasta la piedra grande llamada después Abel, sobre la cual habían colocado el arca del Señor, piedra que hasta hoy día está en la heredad de Josué betsamita.
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Mas el Señor castigó a los moradores de Betsamés, y ciudades vecinas, porque se pusieron a mirar con curiosidad el interior del arca del Señor contra lo mandado; y mató setenta hombres de los ancianos del pueblo, y cincuenta mil del vulgo. Y prorrumpieron todos en llanto, al ver que el Señor había herido al pueblo con tan gran mortandad.
Por lo que dijeron los ciudadanos de Betsamés: ¿Quién podrá estar en la presencia de este Señor, de este Dios tan santo? ¿y a qué lugar podrá trasladarse?
Enviaron, pues, mensajeros, a los habitantes de Cariatiarim, diciendo: Los filisteos han restituido el arca del Señor: Bajad, y lleváosla otra vez.
Padre
Hijo
Espíritu Santo
Ángeles
Satanás
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Ilustración
Atlas