se levantó David y se fue; mas Jonatás volvió a la ciudad.
Partió después David a Nobe a encontrar al sumo sacerdote Aquimelec. El cual quedó sorprendido de ver llegar a David, y le dijo: ¿Cómo es que vienes solo, sin que nadie te acompañe?
Le respondió David: El rey me ha encargado una comisión, diciendo: Nadie sepa el negocio a que te envío, ni las órdenes que te he dado. Por cuyo motivo aun a mis gentes les he mandado que me esperen en tal y tal lugar.
Ahora, pues, si tienes a mano aunque no sea más que cinco panes, dámelos, o cualquier cosa que hallares pues tenemos gran necesidad.
A lo que respondió el sacerdote, diciéndole: No tengo a mano panes de legos o comunes, sino solamente el pan santo. Con todo, te lo daré, si es que tus criados están limpios, sobre todo en cuanto a mujeres.
Respondió David al sumo sacerdote, diciéndole: Por lo que toca a mujeres, nos hemos contenido desde ayer, y antes de ayer, después que partimos; y los cuerpos de mi gente se han conservado puros. A la verdad el camino profano es, pero aún se purificará mi gente lavando sus cuerpos y vestidos.
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Le dio, pues, el sumo sacerdote el pan santificado, por no haber allí otro pan que los de la proposición, que se habían quitado de la presencia del Señor para poner otros calientes.
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Se hallaba aquel día allí dentro del Tabernáculo del Señor uno de los criados de Saúl, llamado Doeg, idumeo, el más poderoso de los pastores de Saúl.
Dijo todavía David a Aquimelec: ¿Tienes aquí a mano alguna lanza o espada? pues no he traído conmigo mi espada ni mis armas; porque urgía la orden del rey.
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Le dijo el sumo sacerdote: Aquí tienes la espada del filisteo Goliat a quien tú mataste en el valle del Terebinto; envuelta está en su paño detrás del efod; si quieres llevarla, tómala, pues aquí no hay sino ésta. Le dijo David: No hay otra comparable a ella; dámela.
Con esto se puso David en camino, huyendo por temor de Saúl, y se fue a Aquis, rey de Get.
Mas los cortesanos de Aquis, luego que vieron a David, dijeron al rey: ¿No es éste aquel David, respetado como rey en su país? ¿No es éste aquel en cuya alabanza cantaban en medio de sus danzas: Mató Saúl a mil y David mató a diez mil?
Paró David la consideración en esto que decían de él, y concibió grandísimo temor de Aquis, rey de Get.
Y así comenzó a demudar su semblante delante de ellos, y se dejaba caer entre los brazos de la gente, dando de cabezadas contra las puertas, y haciendo correr la saliva por su barba.
Dijo, pues, Aquis a sus criados: ¿Habéis visto un tal mentecato? ¿Por qué me lo habéis traído aquí?
Padre
Hijo
Espíritu Santo
Ángeles
Satanás
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Referencia
Ilustración
Atlas