PARA el fin: sobre los Cánticos. Salmo de inteligencia de David. 2 Oye benigno, ¡oh Dios!, mi oración, y no desprecies mi humilde súplica. 3 Atiende a mi ruego, y escúchame. Me he llenado de tristeza en mi afán, y la turbación se ha apoderado de mí, 4 a la gritería de mi enemigo, y por la persecución de los malvados. Porque me han achacado a mí la iniquidad, y me acosan con sus furores. 5 Me tiembla el corazón en el pecho; y el pavor de la muerte me ha sobrecogido. 6 El temor y temblor se han apoderado de mí, y me hallo cubierto de tinieblas. 7 Por esta razón he dicho: ¡Oh, quién me diera alas como a la paloma para echar a volar, y hallar reposo! 8 He aquí que me alejaría huyendo, y permanecería en la soledad. 9 Allí esperaría a aquel que me salvará del abatimiento de ánimo y de tempestad.

10 Precipítalos, Señor, divide sus dictámenes; pues veo que la ciudad está llena de iniquidad y discordia. 11 Día y noche va dando vueltas sobre sus muros la iniquidad. En medio de ella habita la opresión 12 y la injusticia; no se apartan de sus plazas la usura y el fraude. 13 En verdad que si me hubiese llenado de maldiciones un enemigo mío, lo hubiera sufrido con paciencia y si me hablase con altanería los que me odian, podría acaso haberme guardado de ellos. 14 Mas tú ¡oh hombre, que aparentabas ser otro yo, mi guía, y mi amigo! 15 Tú que conmigo tomabas el dulce alimento, que andábamos de compañía en la casa de Dios... ¡Ah! 16 Que los arrebate la muerte; y desciendan vivos al infierno; ya que todas las maldades se albergan en sus moradas, en medio de su corazón.

17 Pero yo he clamado a Dios, y el Señor me salvará. 18 Tarde y mañana y al mediodía contaré y expondré al Señor mis necesidades, y él oirá benigno mi voz. 19 Sacará a paz y salvo mi vida de los que me asaltan, conjurados en compañía de muchos para perderme. 20 Dios me oirá; y aquel que existe antes de todos los siglos los humillará. Ellos están obstinados, y no tienen temor de Dios. 21 Ha extendido el Señor la mano para darles su merecido. Profanaron su alianza; 22 han sido disipados a vista de su rostro airado, y su corazón los alcanzó y castigó. Sus palabras son más suaves que el aceite; pero en realidad son dardos.

23 Arroja en el seno del Señor tus ansiedades, y él te sustentará; no dejará al justo en agitación perpetua.

24 Al contrario tú, ¡oh Dios!, dejarás caer a aquellos en el pozo de la perdición. Los hombres sanguinarios y alevosos no llegarán a la mitad de sus días; pero yo, ¡oh Señor!, tengo puesta en ti mi esperanza.
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