N el tiempo que Israel era gobernado por jueces, sucedió bajo el gobierno de uno de éstos que hubo una gran hambre en aquella tierra. Por lo que un hombre, natural de Betlehem de Judá, se fue a morar en el país extranjero de la tierra de Moab con su mujer y dos hijos.
Llamábase Elimelec, y su mujer Noemí; y los dos hijos uno Mahalón y el otro Quelión, efrateos de Betlehem de Judá. Y habiendo entrado en el país de Moab, habitaban allí.
Sucedió, pues, que murió Elimelec, marido de Noemí, quedando ésta sola con sus dos hijos;
quienes se casaron con mujeres moabitas, de las cuales llamábase la una Orfa y la otra Rut. Vivieron allí diez años.
Y al cabo murieron ambos, a saber, Mahalón y Quelión; con lo que Noemí quedó privada de los hijos del marido.
Resolvió, pues, volverse del país de Moab su patria, con sus dos nueras; por haber oído que el Señor había vuelto los ojos hacia su pueblo, y dándole alimentos.
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Luego que salió del lugar de su peregrinación con ambas nueras, puesta ya en camino para volver a la tierra de Judá,
les dijo: Volveos a casa de vuestras madres. El Señor use de misericordia con vosotras, como la habéis usado vosotras con los difuntos y conmigo.
Concédaos el hallar descanso en las casas de los maridos que la buena suerte os depare. Las besó en seguida; y ellas a voz en grito empezaron a llorar,
y decir: Contigo iremos a tu pueblo.
A las cuales replicó Noemí: Volveos, hijas mías; ¿para qué venir conmigo? ¿Tengo yo por ventura más hijos en mi seno, para que de mí podáis esperar otros maridos?
Idos, hijas mías, volveos, porque yo estoy ya consumida por la vejez e incapaz de nuevo matrimonio ; y aún dado caso que pudiera esta noche concebir y parir hijos,
si quisieseis esperarlos a que creciesen, y llegasen a los años de la pubertad, seríais antes viejas que esposas. Os suplico, hijas mías, que no prosigáis: mirad que vuestra aflicción no hace más que acrecentar la mía; porque la mano del Señor está levantada contra mí.
Entonces a voz en grito echaron de nuevo a llorar. Orfa besó a su suegra, y se volvió; mas Rut se quedó con ella.
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Y le dijo Noemí: Ya ves que tu cuñada se ha vuelto a su pueblo y a sus dioses: anda, vete con ella.
Respondió Rut: No me instes más sobre que te deje y me vaya; porque doquiera que tú fueres, he de ir yo, y donde tú morares, he de morar yo igualmente. Tu pueblo es mi pueblo, y tu Dios es mi Dios.
En la tierra en que murieres tú, allí moriré yo; y donde fueres sepultada, allí lo seré yo igualmente. No me haga Dios bien, si otra cosa que la muerte me separe de ti.
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Viendo, pues, Noemí que Rut con ánimo resuelto estaba determinada a seguirla, no quiso contradecirla más, ni persuadirla que se volviese a los suyos.
Así caminaron juntas, y llegaron a Betlehem. Apenas entraron en la ciudad, voló la noticia; y las mujeres decían: Esta es aquella Noemí.
A las cuales dijo: No me llaméis Noemí: (esto es, graciosa); sino llamadme Mara (que significa amarga), porque el Todopoderoso me ha llenado de grande amargura.
Salí de aquí colmada; y el Señor me ha hecho volver vacía; ¿por qué, pues, me llamáis Noemí, habiéndome humillado el Señor, y afligídome el Todopoderoso?
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Volvió, pues, Noemí con Rut, moabita, su nuera, de la tierra de su peregrinación; y regresó a Betlehem cuando comenzaban a segarse las cebadas.
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