OBÍAS, de la tribu y de la ciudad de Neftalí (situada en la Galilea superior, sobre Naasón, detrás del camino que va hacia poniente, y tiene a la izquierda la ciudad de Sefet),
habiendo sido cautivado en tiempo de Salmanasar, rey de los asirios, sin embargo de hallarse en cautiverio, no abandonó la senda de la verdad.
De suerte, que de todo lo que podía haber, daba cada día parte a los hermanos cautivos de su linaje o nación.
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Y siendo de los más jóvenes entre todos los de la tribu de Neftalí, nada mostró de pueril en sus acciones.
En fin, cuando todos iban a adorar los becerros de oro que había hecho Jeroboam, rey de Israel, sólo él huía la compañía de los demás;
y se iba a Jerusalén al templo del Señor, donde adoraba al Señor Dios de Israel, ofreciendo fielmente todas sus primicias y sus diezmos,
de suerte que cada tercer año daba a los extranjeros y a los forasteros toda la décima a ellos destinada.
Estas y otras cosas semejantes al tenor de la ley de Dios observaba desde jovencito.
Cuando fue ya hombre hecho, se casó con una mujer de su tribu llamada Ana, de la cual tuvo un hijo, a quien puso su mismo nombre,
y le enseñó desde la niñez a temer a Dios, y a guardarse de todo pecado.
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Cuando fue después llevado cautivo con su mujer e hijo y toda su tribu a la ciudad de Nínive,
aunque todos los demás comían de las viandas de los gentiles, Tobías guardó pura su alma, sin contaminarse jamás con sus manjares prohibidos.
Y porque tuvo presente al Señor y lo amó con todo su corazón, lo hizo Dios grato a los ojos del rey Salmanasar;
el cual le dio permiso para ir adonde quisiese, y hacer cuanto gustase.
Con eso salía a visitar a todos los cautivos, y les daba consejos saludables.
Como, pues, hubiese llegado a Ragés, ciudad de la Media, y se hallase con diez talentos de plata, procedentes de los gajes y dádivas que había recibido del rey,
viendo entre la mucha gente de su nación a Gabelo, de su misma tribu, el cual padecía necesidad, le dejó prestada, mediante un recibo de su mano, esa suma de dinero.
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Al cabo de mucho tiempo, muerto el rey Salmanasar, habiéndole sucedido en el reino su hijo Sennaquerib, que aborrecía de muerte a los israelitas,
visitaba Tobías cada día a los de su parentela y los consolaba; y repartía a cada uno, según alcanzaban sus fuerzas, una porción de sus bienes.
Daba de comer a los hambrientos, vestía a los desnudos, y tenía mucho cuidado de dar sepultura a los que habían fallecido, o habían sido muertos.
Finalmente, al volver fugitivo de Judea el rey Sennaquerib, por causa del azote que había Dios descargado sobre él por sus blasfemias, como enfurecido matase a muchos de los israelitas, Tobías sepultaba sus cadáveres.
Lo que habiendo llegado a noticia del rey, mandó quitarle la vida, y confiscarle todos los bienes.
Tobías, despojado de todo, huyendo con su mujer e hijo, estuvo oculto, porque había muchos que le querían bien.
Pasados cuarenta y cinco días, asesinaron al rey sus propios hijos;
con lo que Tobías volvió a su casa, y recobró todos sus bienes."
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