LAMANDO, pues, Isaac a Jacob , le dio su bendición, y le mandó diciendo: No quieras tomar mujer de la raza de Canaán.
Mas ve, y pasa a la Mesopotamia de Siria, a casa de Batuel padre de tu madre, y escógete allí mujer de las hijas de Labán, tu tío materno.
Y el Dios todopoderoso te bendiga, y te aumente y multiplique, de suerte que vengas a ser padre de numerosos pueblos.
Y te conceda las bendiciones de Abrahán, así como a tu descendencia después de ti; para que poseas como propia la tierra en que estás ahora como peregrino, la cual tiene prometida a tu abuelo.
Despedido así de Isaac, partió a Mesopotamia de Siria, y se fue a casa de Labán, hijo de Batuel siro, hermano de Rebeca su madre.
Entretanto Esaú viendo que su padre, bendiciendo a Jacob , le había enviado a Mesopotamia de Siria, para que tomase de allí mujer; y cómo después de la bendición le había mandado, diciendo: No tomes mujer de las hijas de Canaán;
y que Jacob obedeciendo a sus padres, había marchado a la Siria;
experimentando por otra parte que las hijas de Canaán no eran del agrado de su padre,
se fue a casa de Ismael, y tomó por mujer, sobre las que ya tenía a Mahelet, hija de Ismael, hijo de Abrahán, hermana de Nabaiot.
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Jacob , pues, habiendo partido de Bersabee, proseguía su camino hacia Harán.
Y llegado a cierto lugar, queriendo descansar en él después de puesto el sol, tomó una de las piedras que allí había, y poniéndosela por cabecera, durmió en aquel sitio.
Y vio en sueños una escala fija en la tierra, cuyo remate tocaba en el cielo, y ángeles de Dios que subían y bajaban por ella,
y al Señor apoyado sobre la escala, que le decía: Yo soy el Señor Dios de Abrahán tu padre, y el Dios de Isaac. La tierra, en que duermes, te la daré a ti y a tu descendencia.
Y será tu posteridad tan numerosa como los granitos del polvo de la tierra: extenderte has al Occidente, y al Oriente, y al Septentrión, y al Mediodía: y SERAN BENDITAS EN TI y en el que saldrá o descenderá de ti todas las tribus o familias de la tierra.
Yo seré tu guarda o custodio doquiera que fueres, y te restituiré a esta tierra; y no te dejaré de mi mano hasta que cumpla todas las cosas que tengo dichas.
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Despertado Jacob del sueño, dijo: Verdaderamente que el Señor habita en este lugar, y yo no lo sabía.
Y todo despavorido, añadió: ¡Cuán terrible es este lugar! Verdaderamente ésta es la casa de Dios, y la puerta del cielo.
Levantándose, pues, Jacob al amanecer, cogió la piedra que se había puesto por cabecera, y la erigió como un monumento de la visión, derramando óleo encima.
Y puso por nombre Betel a la ciudad, que antes se llamaba Luza.
Hizo además este voto, diciendo: Si el Señor estuviere conmigo, y me amparare en el viaje que llevo, y me diere pan que comer, y vestido con que cubrirme,
y volviere yo felizmente a la casa de mi padre, el Señor será mi Dios,
y esta piedra, que dejo erigida en monumento, llamarse ha Casa de Dios: y de todo lo que me dieres, te ofreceré, ¡oh Señor!, el diezmo.
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