NTONCES Moisés y los hijos de Israel entonaron este himno al Señor, diciendo: Cantemos alabanzas al Señor, porque ha hecho brillar su gloria y grandeza, y ha precipitado en el mar al caballo y al caballero.
El Señor es la fortaleza mía, y el objeto de mis alabanzas, porque El ha sido mi Salvador . Este es mi Dios, y yo publicaré su gloria: el Dios de mis padres, a quien he de ensalzar.
El Señor se ha aparecido como un valiente campeón: es su nombre el Omnipotente.
A los carros del faraón y a su ejército los ha precipitado al mar; sus mejores capitanes han sido sumergidos en el mar Rojo.
Sepultados quedan en los abismos, se hundieron como una piedra hasta lo más profundo.
Tu diestra, ¡oh Señor!, ha demostrado su soberana fortaleza: Tu diestra, ¡oh Señor!, es la que ha herido al enemigo de tu pueblo.
Y con la grandeza de tu gloria y poderío has derribado a tus adversarios. Enviaste los instrumentos de tu cólera, la cual los ha devorado como el fuego a una paja.
Al soplo de tu furor se amontonaron las aguas; se paró la ola que iba corriendo; se cuajaron en medio del mar los abismos de las aguas.
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Iré tras ellos, había dicho el enemigo, y los alcanzaré; partiré los despojos, y se hartará mi alma; desenvainaré mi espada, y los matará mi mano.
Sopló tu espíritu, ¡oh Señor!, y el mar los anegó; se hundieron como plomo en aguas impetuosas.
¿Quién hay entre los fuertes a ti semejante, oh Señor? ¿Quién hay semejante a ti, tan grande en santidad, terrible y digno de alabanza, y obrador de prodigios?
Extendiste tú la mano, y la tierra los tragó.
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Por tu misericordia te has hecho el caudillo del pueblo que redimiste, y le has conducido a fuerza de tu poder a tu santa morada.
Se levantaron los pueblos, y montaron en cólera; quedando penetrados de gran ira y dolor los habitantes de la Palestina.
Se conturbaron los príncipes de Edom; los valientes de Moab se estremecieron, y se quedaron yertos los moradores todos de Canaán.
Caiga sobre ellos el terror y espanto, a vista del gran poder de tu brazo, queden inmóviles como una piedra, en tanto que pasa, ¡oh Señor!, tu pueblo, hasta que pase este pueblo tuyo que tú has adquirido.
A estos hijos tuyos tú los introducirás y establecerás, ¡oh Señor!, sobre el monte de tu herencia, sobre esa firmísima morada tuya, que tú le has fabricado: en Sión, ¡oh Señor!, santuario tuyo, que han fundado tus manos.
El Señor reinará eternamente, y más allá de todos los siglos.
Porque el faraón entró a caballo en el mar, con sus carros y caballería, y el Señor replegó sobre ellos las aguas del mar; mas los hijos de Israel pasaron por medio de él a pie enjuto.
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Entonces María, la profetisa, hermana de Aarón, tomó en su mano un pandero; y salieron en pos de ella todas las mujeres con panderos y danzas,
cuyos coros guiaba, entonando la primera. Cantemos himnos al Señor, porque ha dado una gloriosa señal de su grandeza; ha precipitado en el mar al caballo y al caballero.
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En fin, Moisés sacó a los israelitas del mar Rojo, y fueron a salir al desierto del Sur, y anduvieron tres días por la soledad sin hallar agua.
Llegaron después a Mara, y no podían beber las aguas de Mara por ser amargas. Por eso puso nombre apropiado al sitio, llamándole Mara esto es, amargura.
Aquí murmuró el pueblo contra Moisés, diciendo: ¿Qué beberemos?
Mas él clamó al Señor, el cual le mostró un madero, y habiéndole echado en las aguas, se endulzaron. Allí dio el Señor al pueblo algunos preceptos y leyes; y allí le probó,
y dijo: Si escuchares la voz del Señor Dios tuyo, e hicieres lo que es recto, delante de él, y obedecieres sus mandamientos, y observares todos sus preceptos, no descargaré sobre ti plaga ninguna, de las que he descargado sobre Egipto; porque Yo soy el Señor que te doy la salud.
De allí pasaron los hijos de Israel a Elim; donde había doce manantiales de aguas y setenta palmeras, y acamparon allí junto a las aguas.
Padre
Hijo
Espíritu Santo
Ángeles
Satanás
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Ilustración
Atlas