E conjuro, pues, delante de Dios y de Jesucristo, que ha de juzgar vivos y muertos, al tiempo de su venida y de su reino,
predica la palabra de Dios con toda fuerza y valentía, insiste con ocasión y sin ella, reprende, ruega, exhorta con toda paciencia y doctrina.
Porque vendrá tiempo en que los hombres no podrán sufrir la sana doctrina, sino que, teniendo una comezón extremada de oír doctrinas que lisonjeen sus pasiones, recurrirán a un montón de doctores propios para satisfacer sus desordenados deseos,
y cerrarán sus oídos a la verdad, y los aplicarán a las fábulas.
Tú entretanto vigila en todas las cosas de tu ministerio, soporta las aflicciones, desempeña el oficio de evangelista, cumple todos los cargos de tu ministerio. Vive con templanza.
Que yo ya estoy a punto de ser inmolado, y se acerca el tiempo de mi muerte.
He combatido con valor, he concluido la carrera, he guardado la fe.
Nada me resta sino aguardar la corona de justicia que me está reservada, y que me dará el Señor en aquel día como justo juez, y no sólo a mí, sino también a los que llenos de fe desean su venida. Date prisa en venir pronto a mí.
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Porque Demas me ha desamparado por el amor de este siglo, y se ha ido a Tesalónica;
Crescente partió para Galacia, Tito para Dalmacia.
Sólo Lucas está conmigo. Toma a Marcos, y tráele contigo; porque me es del caso para el ministerio evangélico.
A Tíquico le he enviado a Efeso.
Cuando vengas, tráete contigo la capa o capote que dejé en Tróade en casa de Carpo, y los libros, sobre todo los pergaminos o papeles.
Alejandro, el calderero me ha hecho mucho mal; el Señor le dará el pago conforme a sus obras.
Guárdate tú también de él, porque se ha opuesto sobremanera a nuestra doctrina.
En mi primera defensa, nadie me asistió, antes todos me desampararon, ruego a Dios se lo perdone.
Mas el Señor me asistió y alentó, para que yo acabase de predicar, y me oyesen todas las naciones; y fui librado de la boca o garras del león.
El Señor me librará de todo pecado, y me conducirá a su reino celestial, a él sea dada la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
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Saluda a Prisca, y a Aquilas, y a la familia de Onesíforo.
Erasto se quedó en Corinto. Y a Trófimo le dejé enfermo en Mileto.
Apresúrate a venir antes del invierno. Te saludan Eubulo, y Pudente, y Lino, y Claudia, y los hermanos todos de esta ciudad.
El Señor Jesucristo sea con tu espíritu. La gracia permanezca con vosotros. Amén.
Padre
Hijo
Espíritu Santo
Ángeles
Satanás
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Referencia
Ilustración
Atlas