CABADO que hubo de clamar al Señor, se levantó del lugar en que estaba postrada delante del Señor.
Y llamó a una doncella suya, y bajando del oratorio a su habitación, se quitó el cilicio, se desnudó de los vestidos de viuda,
y lavó su cuerpo, y se ungió con ungüento precioso, y repartió en trenzas el cabello de su cabeza, sobre la cual se puso una riquísima cofia o bonetillo; y se atavió con sus vestidos de gala, se calzó sus sandalias, se puso los brazaletes, y las manillas, y los zarcillos, y las sortijas, sin omitir adorno ninguno.
Le añadió además el Señor nueva belleza; porque toda esta compostura no provenía de lasciva pasión, sino de un fin santo; y por tanto el Señor dio mayor realce a su hermosura, de suerte que a los ojos de todos aparecía de una incomparable belleza.
Hizo llevar por su criada una botella de vino, y una tinaja de aceite, y trigo tostado, e higos secos, y panes, y queso, y marchó con ella.
Al llegar a la puerta de la ciudad, hallaron a Ozías y a los ancianos de la ciu-dad, que la estaban aguardando.
Los cuales, así que la vieron, quedaron en extremo asombrados de su hermosura;
pero sin preguntarle palabra, la dejaron pasar diciendo: El Dios de nuestros padres te dé su gracia, y con su virtud esfuerce todos los designios de tu corazón, para que Jerusalén se gloríe de ti, y sea colocado tu nombre en el número de los santos y justos.
Y todos los que allí estaban, dijeron a una voz: ¡Amén!, ¡amén!
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Judit, orando al Señor, salió fuera de las puertas con su doncella.
Y bajando por el monte casi al rayar el día, le salieron al encuentro los centinelas de los asirios, y la detuvieron diciendo: ¿De dónde vienes?, ¿y adónde vas?
Soy una de las hijas de los hebreos, respondió, y he huido de ellos, porque sé que han de ser presa de vuestras manos, por cuanto menospreciándoos, no han querido entregarse voluntariamente, y con esto ser tratados por vosotros con misericordia.
Por cuyo motivo pensé, y dije para conmigo: Iré a presentarme al príncipe Holofernes, para descubrirle los secretos de los hebreos, y darle un medio para sorprenderlos sin perder ni un hombre siquiera del ejército.
Así que oyeron aquellos soldados sus palabras, quedaron contemplando su cara, tan encantados estaban de su rara belleza.
Y le dijeron: Has salvado tu vida con ese designio de venir a presentarte a nuestro príncipe y señor;
pues ten por cierto que al comparecer delante de él, te tratará bien, y ganarás su corazón. Con esto la condujeron al pabellón de Holofernes, declarando quién era.
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Apenas estuvo ella en su presencia, quedó Holofernes inmediatamente preso de sus ojos.
Y le dijeron sus oficiales: ¿Quién habrá que tenga en poca estima al pueblo de los hebreos, teniendo como tienen mujeres tan bellas? ¿No merecen éstas que hagamos la guerra contra ellos para adquirirlas?
Viendo, pues, Judit a Holofernes sentado bajo de su dosel, o pabellón, que era de púrpura, entretejido de oro, con esmeraldas y otras piedras preciosas;
después de haber echado una mirada sobre él, le hizo una profunda reverencia, postrándose en tierra; mas los criados de Holofernes la levantaron por mandato de su señor.
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Son
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Satan
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