AY de la corona de soberbia de los embriagados de Efraín, de la flor caduca de la gloria y alegría de los que estaban en Samaria, en la cumbre del fertilísimo valle, dominados por el vino!
He aquí al Señor poderoso y fuerte, como pedrisco impetuoso, como torbellino quebrantador, como el ímpetu de muchas aguas que inundan y anegan un espacioso país.
La corona de soberbia de los embriagados de Efraín, será hollada con los pies.
Y la caduca flor de la gloria y alegría del que está sobre la cumbre del fertilísimo valle, será como un fruto temprano, que madura antes del otoño; al cual el primero que lo ve, al instante lo coge, y lo devora.
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Aquel día el Señor de los ejércitos será corona de gloria y guirnalda de regocijo para las reliquias de su pueblo.
Y será espíritu de justicia para aquel que esté sentado en el trono, a fin de administrarla; y espíritu de fortaleza para aquellos valientes que vuelven de pelear en las puertas mismas de los enemigos.
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Mas aun éstos perdieron el entendimiento por el demasiado vino, y anduvieron dominados por su embriaguez. El sacerdote y el profeta perdieron el seso por su embriaguez, el vino los trastornó, la embriaguez los extravió del camino; no quisieron conocer al verdadero profeta, ni saber qué cosa es justicia.
Porque todas las mesas atestadas están de vómito y de inmundicias, sin que quede ningún lugar limpio.
¿A quién comunicará el Señor la ciencia? ¿Y a quién dará la inteligencia de lo que dice? A los niños acabados de destetar, a los que son arrancados de los pechos de sus madres.
Ya que dicen por escarnio: Manda, vuelve a mandar, ¡oh profeta!, manda, vuelve a mandar; espera, vuelve a esperar; espera, vuelve a esperar; un poquito aquí; otro poquito allí.
Pero el Señor hablará con otros labios y otro lenguaje extraño a ese pueblo insano.
Al cual dijo un día: Aquí tengo mi reposo; reparad las fuerzas del que está fatigado, que en eso consiste mi refrigerio; y no han querido escucharme.
Y el Señor les dirá algún día: Manda, vuelve a mandar; manda, vuelve a mandar; espera, vuelve a esperar; un poquito aquí, otro poquito allí; y dejará que vayan y caigan de espaldas, y sean hollados y presos en los lazos.
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Por tanto, escuchad la voz del Señor, oh hombres escarnecedores que domináis al pueblo mío que está en Jerusalén .
Pues vosotros dijisteis: Hemos hecho pacto con la muerte y un convenio con el infierno; cuando venga el azote como un torrente, no llegará a nosotros; porque nos hemos apoyado en la mentira o intriga, y ésta nos pondrá a cubierto.
Por tanto, esto dice el Señor Dios: He aquí que yo pondré en los cimientos de la nueva Sión una piedra, piedra escogida, angular, preciosa, asentada por solidísimo fundamento; el que creyere, no se apresure.
Y ejerceré el juicio con peso, y la justicia con medida; y un pedrisco trastornará la esperanza puesta en la mentira, y vuestra protección quedará sumergida en las aguas de la calamidad.
Y el contrato vuestro con la muerte será cancelado, y no subsistirá vuestro pacto con el infierno; y cuando, como un torrente, venga el azote, os arrastrará consigo.
Al instante que venga, os arrebatará; porque vendrá muy de madrugada, y continuará día y noche; y sólo la aflicción hará entender las cosas que se han escuchado.
Porque el lecho es angosto en tal manera, que uno de los dos caerá; y tan pequeña la manta que no puede cubrir a ambos.
Sabed que el Señor se levantará, como hizo en otro tiempo en el monte de las Divisiones, o Baalfarasim; se enojará como hizo en el valle de Gabaón, para ejecutar su obra o venganza, una obra que es ajena de él; para hacer su obra, una obra que es extraña de él.
Dejad, pues, ya de burlaros de mis amenazas, porque no se aprieten más vuestras ligaduras. Porque el Señor Dios de los ejércitos es de quien he oído la destrucción de toda la tierra, o país que habitáis, la destrucción que sucederá dentro de poco.
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Prestadme vuestra atención, y oíd mi voz; atended y escuchad mi palabra.
¿Acaso el arador está siempre arando para sembrar?; ¿está siempre rompiendo o allanando la tierra?
Luego que ha igualado su superficie, ¿no siembra por ventura el anís, esparce el comino, y pone con cierto orden, y en sus respectivos lugares, el trigo, la cebada, el mijo y la veza o arveja?
Porque el Señor su Dios le da conocimientos en la agricultura, y le amaestra en estas labores.
El anís no se trillará por medio de tablas con dientes de hierro o pedernal, ni sobre el comino andará dando vueltas la rueda del carro; sino que el anís será sacudido con una vara, y con unas varillas el comino.
El trigo será trillado; mas no lo estará trillando sin término el que lo trilla, ni siempre la rueda del carro lo estará oprimiendo, ni hollándolo las pezuñas de las bestias.
Esto es lo que ha decretado el Señor Dios de los ejércitos, el cual ha hecho admirables sus consejos y célebre la sabiduría de su justicia.
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