ASADO casi un mes, Naas, amonita, se puso en movimiento y comenzó a batir a Jabes de Galaad. Y todos los habitantes de Jabes dijeron a Naas: Haz alianza con nosotros, y seremos siervos o tributarios tuyos.
Les respondió Naas, amonita: Haré alianza con vosotros sacándoos a todos el ojo derecho, y poniéndoos por oprobio de todo Israel.
Le dijeron los ancianos de Jabes: Concédenos siete días, a fin de enviar mensajeros por todos los términos de Israel, y si no hubiere quien nos defienda nos rendiremos a ti.
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Llegaron, pues, los mensajeros a Gabaa, patria de Saúl, y refirieron lo dicho, escuchándolo el pueblo; todo el cual a voz en grito echó a llorar.
Venía a la sazón Saúl del campo en pos de sus bueyes, y preguntó: ¿Qué llanto es ése del pueblo? Y le contaron lo que habían enviado a decir los habitantes de Jabes.
Al oírlo quedó arrebatado del espíritu del Señor. E irritado sobremanera,
tomó los dos bueyes, y los hizo trozos; los que envió por todos los confines de Israel por medio de unos mensajeros que dijesen: Así serán tratados los bueyes de todo aquel que no saliere a campaña, y no siguiere a Saúl y a Samuel. Con esto se apoderó del pueblo el temor del Señor, y salieron todos a una, como si fueran un hombre solo.
Pasó Saúl revista de ellos en Bezec, y se hallaron trescientos mil hombres de los hijos de Israel, y treinta mil de sola la tribu de Judá.
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Y respondieron a los mensajeros que habían venido de Jabes: Diréis a los habitantes de Jabes de Galaad: Mañana, calentando el sol, seréis socorridos. Partieron, pues, los mensajeros, y llevaron esta nueva a los habitantes de Jabes que la recibieron con gran alegría.
Los cuales dijeron a los enemigos: Mañana saldremos a vosotros, y nos trataréis como os plazca.
Venido, pues, el día siguiente, dividió Saúl el ejército en tres cuerpos, y al rayar el alba entró por medio de los campamentos de los amonitas, y los estuvo acuchillando hasta que el sol comenzó a calentar; desparramándose de tal suerte los que escaparon, que no quedaron dos de ellos juntos.
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Entonces dijo el pueblo a Samuel: ¿Quiénes son los que decían: Saúl será acaso nuestro rey? Entréganos esos hombres y los mataremos.
Mas Saúl les dijo: Ninguno morirá en este día, ya que hoy el Señor ha salvado a Israel.
Después dijo Samuel al pueblo: Venid y vamos a Gálgala, y confirmemos allí a Saúl en el reino.
Se encaminó pues, todo el pueblo a Gálgala, y allí reconocieron nuevamente por rey a Saúl en presencia del Señor; e inmolaron al Señor víctimas pacíficas, regocijándose mucho en aquel sitio, así Saúl como todos los hijos de Israel.
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