oyó Judas la reputación de los romanos, y que eran poderosos, y se prestaban a todo cuanto se les pedía, y que habían hecho amistad con todos los que se habían querido unir a ellos, y que era muy grande su poder.
Había también oído hablar de sus guerras, y de las proezas que hicieron en las Galias, de las cuales se habían enseñoreado y hécholas tributarias suyas;
y de las cosas grandes obradas en España, y cómo se habían hecho dueños de las minas de plata y de oro que hay allí, conquistando todo aquel país a esfuerzos de su prudencia y constancia.
Que asimismo habían sojuzgado regiones sumamente remotas, y destruido reyes, que en las extremidades del mundo se habían movido contra ellos, habiéndolos abatido enteramente, y que todos los demás les pagaban tributo cada año;
cómo también habían vencido en batalla, y sujetado a Filipo y a Perseo, rey de los ceteos, o macedonios, y a los demás que habían tomado armas contra ellos;
que Antíoco el Grande, rey de Asia, el cual los había acometido con un ejército sumamente poderoso, en donde iban ciento veinte elefantes, muchísima caballería y carros de guerra, fue asimismo enteramente derrotado;
cómo además lo cogieron vivo, y lo obligaron tanto a él como a sus sucesores a pagarles un gran tributo, y a que diese rehenes, y lo demás que se había pactado,
a saber, el país de los indos, el de los medos y el de los lidios, sus provincias más excelentes; y cómo después de haberlas recibido de ellos, las dieron al rey Eumenes.
Supo también Judas cómo habían querido los griegos ir contra los romanos para destruirlos;
y que al saberlo éstos enviaron en contra uno de sus generales, y dándoles batalla les mataron mucha gente, y se llevaron cautivas a las mujeres con sus hijos, saquearon todo el país y se hicieron dueños de él; derribaron los muros de sus ciudades, y redujeron aquellas gentes a la servidumbre, como lo están hasta el día de hoy;
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y cómo habían asolado y sometido a su imperio los otros reinos e islas que habían tomado las armas contra ellos;
pero que con sus amigos, y con los que se entregaban con confianza en sus manos, guardaban buena amistad; y que se habían enseñoreado de los reinos, ya fuesen vecinos, ya lejanos, porque cuantos oían su nombre los temían:
que aquellos a quienes ellos querían dar auxilio para que reinasen, reinaban en efecto; y al contrario, quitaban el reino a quienes querían: y que de esta suerte se habían elevado a un sumo poder;
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que sin embargo de todo esto, ninguno de entre ellos ceñía su cabeza con corona, ni vestía púrpura para ensalzarse sobre los demás;
y que habían formado un Senado compuesto de trescientas veinte personas, y que cada día se trataban en este consejo los negocios públicos, a fin de que se hiciese lo conveniente;
y finalmente, que se confiaba cada año la magistratura o supremo gobierno a un solo hombre, para que gobernase todo el Estado, y que así todos obedecían a uno solo, sin que hubiese entre ellos envidia ni celos.
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Judas, pues, en vista de todo esto, eligió a Eupólemo, hijo de Juan, que lo era de Jacob , y a Jasón, hijo de Eleázaro, y los envió a Roma para establecer amistad y alianza con ellos,
a fin de que los liberasen del yugo de los griegos; pues estaban viendo cómo tenían éstos reducido a esclavitud el reino de Israel.
En efecto, después de un viaje muy largo, llegaron aquéllos a Roma y habiéndose presentado al Senado, dijeron:
Judas Macabeo, y sus hermanos, y el pueblo judaico nos envían para establecer alianza y paz con vosotros, a fin de que nos contéis en el número de vuestros aliados y amigos.
Les pareció bien a los romanos esta proposición.
Y he aquí el escrito que hicieron grabar en láminas de bronce, y enviaron a Jerusalén para que lo tuviesen allí los judíos como un monumento de esta paz y alianza:
Dichosos sean por mar y por tierra eternamente los romanos y la nación de los judíos, y aléjense siempre de ellos la guerra y el enemigo.
Pero si sobreviniere alguna guerra a los romanos, o alguno de los aliados en cualquier parte de sus dominios,
los auxiliará la nación de los judíos de todo corazón, según se lo permitieren las circunstancias,
sin que los romanos tengan que dar y suministrar a las tropas que envíe, ni víveres, ni armas, ni dinero, ni naves, porque así ha parecido a los romanos; y las tropas les obedecerán sin recibir de ellos la paga.
De la misma manera, si primero sobreviniese alguna guerra a los judíos, los auxiliarán de corazón los romanos, según la ocasión se lo permitiere;"
sin que los judíos tengan que abastecer a las tropas auxiliares, ni de víveres, ni de armas, ni de dinero, ni de naves, porque así ha parecido a los romanos; y las tropas aquellas les obedecerán sinceramente."
Este es el pacto que hacen los romanos con los judíos."
Mas si en lo venidero los unos o los otros quisieren añadir o quitar alguna cosa de lo que va expresado, lo harán de común consentimiento, y todo cuanto así añadieren o quitaren permanecerá firme y estable."
Por lo que mira a las injurias que el rey Demetrio ha hecho a los judíos, nosotros le hemos escrito, diciéndole: ¿Por qué has oprimido con yugo tan pesado a los judíos, amigos que son y aliados nuestros?"
Como vengan, pues, ellos de nuevo a quejarse a nosotros, les haremos justicia contra ti, y te haremos guerra por mar y tierra.
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