DEJEMOS, pues, a un lado las instrucciones que se dan a aquellos que comienzan a creer en Jesucristo, y elevémonos a lo que hay de más perfecto, sin detenernos en echar de nuevo el fundamento hablando de la penitencia de las obras muertas o pecados anteriores al bautismo , de la fe en Dios, 2 y de la doctrina sobre los bautismos, de la imposición de las manos o confirmación, de la resurrección de los muertos y del juicio perdurable, 3 y he aquí lo que, con el fervor de Dios, vamos a hacer ahora. 4 Porque es moralmente imposible que aquellos que han sido una vez iluminados, que así mismo han gustado el don celestial de la Eucaristía, que han sido hechos partícipes de los dones del Espíritu Santo,

5 que se han alimentado con la santa palabra de Dios y la esperanza de las maravillas del siglo venidero, 6 y que después de todo esto han caído; es imposible, digo, que sean renovados por la penitencia, puesto que cuanto es de su parte crucifican de nuevo en sí mismo al Hijo de Dios, y le exponen al escarnio. 7 Porque la tierra que embebe la lluvia que cae a menudo sobre ella, y produce hierba que es provechosa a los que la cultivan, recibe la bendición de Dios, 8 mas la que brota espinas y abrojos es abandonada de su dueño, y queda expuesta a la maldición, y al fin para en ser abrasada. 9 Por lo demás, carísimos hermanos, aunque os hablamos de esta manera, tenemos mejor opinión de vosotros y de vuestra salvación. 10 Porque no es Dios injusto, para olvidarse de lo que habéis hecho, y de la caridad que por respeto a su Nombre habéis mostrado, en haber asistido y en asistir a los santos, o fieles necesitados. 11 Deseamos que cada uno de vosotros muestre el mismo fervor hasta el fin para el cumplimiento o perfección de su esperanza, 12 a fin de que no os hagáis flojos, o remisos, sino imitadores de aquellos santos patriarcas, que por su fe, y larga paciencia han llegado a ser los herederos de las promesas celestiales.

13 Por eso en la promesa que Dios hizo a Abrahán, como no tenía otro mayor por quien jurar, juró por sí mismo,

14 diciendo en seguida: Está bien cierto de que yo te llenaré de bendiciones, y te multiplicaré sobremanera. 15 Y así aguardando con longanimidad o larga paciencia, alcanzó la promesa. 16 Ello es que los hombres juran por quien es mayor que ellos; y el juramento es la mayor seguridad que pueden dar, para terminar sus diferencias. 17 Por lo cual queriendo Dios mostrar más cumplidamente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo o resolución, interpuso juramento;

18 para que a vista de dos cosas inmutables, promesa y juramento, en que no es posible que Dios mienta o falte a ellas, tengamos un poderosísimo consuelo los que consideramos nuestro refugio y ponemos la mira en alcanzar los bienes que nos propone la esperanza, 19 la cual sirve a nuestra alma como de una áncora segura y firme, y penetra hasta el Santuario que está del velo adentro: 20 Donde entró Jesús por nosotros el primero como nuestro precursor, constituido sumo sacerdote por toda la eternidad según el orden de Melquisedec.
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